
Ficha técnica
ISBN: 978-84-937495-5-2 | Depósito legal: S.537-2010 | 64 páginas | Rústica. 17 cm x 17 cm | PVP: 10 euros
La semilla de Sissa
Eduardo Scala
En mayo de 2010, la Editorial Delirio, en su colección de ensayo La Bolgia, ha reeditado La semilla de Sissa. Se trata de un compendio de aforismos de Eduardo Scala que en 64 páginas condensa 32 años de dedicación teórica, práctica y poética, al ajedrez. La nueva edición, manteniendo las 64 páginas, cuenta con 32 aforismos nuevos, el diálogo entre Scala y Yuri Averbach, la entrevista con Antonio Gude, y un prólogo de Juan Escourido. Sale al mercado con una tirada de 512 ejemplares, 256 de ellos encuadernados en blanco y 256 en negro, con lo que el conjunto de libros en circulación forman 8 tableros completos del Juego de Juegos. Encaja en este simbolismo del 8 -patrón matemático del ajedrez- que se edita el libro cuando el autor cuenta con 64 años, uno por cada morada del tablero.
El AjedreZ, terra violata
Juan Escourido Muriel
El ajedrez es una idea eterna. Es el fruto de una evolución milenaria que ha sabido recoger en sí las contribuciones de diversas civilizaciones y culturas. Un iter complejo que desemboca en un resultado excepcional no tanto como «simple» juego -que también- sino en cuanto actividad lúdica donde la lógica y la intuición se fusionan para lograr una magnífica armonía. Ninguna mente humana tendría capacidad alguna de victoria frente a una computadora que procesa 200.000.000 de movimientos por segundo. Hay algo más: si ha de llamarse intuición, belleza, creatividad o genialidad no lo sabemos, pero sólo por el papel inspirador que el locus ha cumplido y cumple para nuestro proceso de civilización y nuestra identidad cultural parece que, en lo esencial, preexiste a cualquier origen terrenal y evolutivo que se le pueda seguir suponiendo.
La necesidad de representar los cuerpos celestiales en un escenario, el tablero o damero, que permita dominar los elementos astronómicos y, por consiguiente, el destino de los hombres, es nuestra causa del nacimiento del ajedrez, la clave para descifrar el porqué de su enigmática presencia. Joseph Needham confiaba en que algún día un antropólogo social produciría una historia que demostrase, casi biológicamente, la conexión genética entre el ajedrez y la estructura común de las técnicas rituales de adivinación. Alfonso X veía reflejado en el microcosmos de la partida el determinismo que rige el macrocosmos universal, convencido como estaba de que el conocimiento de la dimensión divina del tablero daría a «los entendudos […] que saben el Arte de la Astronomía» el poder de predecir el futuro. Al-Mas’udi escribía que cierto rey de la India de nombre Bahit «hizo de este juego una suerte de alegoría de los cuerpos celestes al consagrar cada pieza a un astro» y defendía en su Kitab Murug al-dahab wa-ma,adin al-gawhar (Libro de las praderas de oro y las minas de piedras preciosas) que el tablero circular, zodiacal, del ajedrez, compuesto por doce escaques (una de sus tantas variantes) había que entenderlo y jugarlo desplazando siete piezas -los cinco planetas, la luna y el sol- sobre los signos del ochavo cielo que lo conforman. Lo terrenal no resiste el vuelo de la metáfora: se queda atrás, cargado con su pesada materialidad, sus reliquias de la abadía de St. Dennis y sus reglamentos de tahurerías.