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Ficha técnica

Título: La inmensa soledad. Con Friedrich Nietzsche y Cesare Pavese, huérfanos bajo del cielo de Turín | Autor: Frédéric Pajak | Traducción: Javier de Prado Biezma |  Editorial: Errata Naturae  | Colección: Fuera de colección |  Formato: 17,5× 24 | Páginas: 320 | ISBN: 978-84-15217-87-9 | Precio: 22,90 euros 
 

La inmensa soledad

ERRATA NATURAE

La obra de Frédéric Pajak es una propuesta singular y radicalmente innovadora. A caballo entre la narrativa, la filosofía y la novela gráfica, para muchos se aproxima a un nuevo género, un auténtico «ensayo gráfico». Así, a través de la escritura y el dibujo -entendidos como lenguajes autónomos que tanto se entrelazan como se distancian, se apoyan o se responden-, La inmensa soledad gira en torno a dos figuras míticas de la cultura contemporánea: Friedrich Nietzsche y Cesare Pavese.

En este libro Pajak nos habla, casi al oído, de las vidas de ambos autores, de sus experiencias más íntimas, de esas grietas mínimas, y sin embargo insalvables, que determinaron el devenir del filósofo alemán y del poeta italiano. Nos habla, por tanto, de quiebras existenciales y de derivas creativas, es decir: de la extraña e indisoluble relación entre sus vidas y sus obras.

A primera vista, podría pensarse que Nietzsche y Pavese tienen poco en común. Sin embargo, ambos fueron huérfanos de padre y ambos crecieron en un ambiente exclusivamente femenino. Ninguno de los dos consiguió nunca que las mujeres lo amaran. Ambos fueron poetas y tuvieron una vida corta, solitaria e intensa, que dio al mundo obras geniales y sobrecogedoras. Y además ambos tuvieron en común la extraordinaria y contradictoria ciudad de Turín, y acerca de ella escribieron: sobre su atmósfera, nostálgica a la par que exultante, sobre sus calles, aristocráticas y barrocas, sobre sus barrios industriales y la amplitud de sus arrabales. En Turín, Nietzsche pierde de manera definitiva la razón a los cuarenta y cuatro años. En Turín, Pavese se suicida en una habitación de hotel a los cuarenta y dos años.

Este libro es, por tanto, un «ensayo gráfico» sobre la vida y la obra de Nietzsche y de Pavese, al tiempo que una bellísima ensoñación hecha de rodeos, coincidencias, paseos y flâneries

PROLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN

«En definitiva, nadie puede sacar de las cosas,
incluidos los libros, más de lo que ya sabe. Se
carece de oídos para escuchar algo a lo que no
se accede desde una experiencia vivida».

Friedrich Nietzsche, Ecce Homo, 1888

La primera edición de La inmensa soledad se publicó en octubre de 1999. El siglo xx  tocaba a su fin y nosotros con él, presintiendo, en ese perfume crepuscular, que muy pronto habríamos de aprender otros cansancios y nuevos «vacíos definitivos », para decirlo con Élie Faure.

Aquel prólogo comenzaba así: «Este libro no es una biografía, ni dos biografías, aún menos una autobiografía. No es un libro de historia, ni un libro que cuenta historias; no es un libro de geografía, ni una novela, ni un cómic.

No tiene ninguna gracia, a pesar de algunas de sus ilustraciones, ni es tan negro como debería ser, cuando lo que se pretende evocar es la soledad, la muerte, la locura, el suicidio o el dolor irreparable de los huérfanos.

Tampoco se trata de una introducción a los libros de Friedrich Nietzsche y de Cesare Pavese. Nada de cuanto vivieron o escribieron se evoca aquí con una finalidad predigestiva.

He escrito y dibujado este libro como si se tratara de una interminable ensoñación. Comenzó hace ya varios años, una tarde de otoño a orillas del Po, en Turín, y por casualidad. «Por casualidad», no os engaño. Desde aquel día, me he topado en más de una ocasión con esa «casualidad», revoltosa e inquietante al mismo tiempo, a la que también nos referimos cuando decimos: «¡Qué coincidencia!», y de la que vamos a hablar aquí en muchas ocasiones».

Cuando empecé este libro, en 1995, estaba a punto de cumplir los cuarenta. Acababa de salir de un túnel interminable que había acabado pareciéndose a una biografía dibujada y escrita en primera persona, titulada Martin Luther, l’inventeur de la solitude. Un libro que suscitó una incomprensión casi unánime. ¿Se trataba de un ejercicio teológico, de una fantasía, de una broma pesada? Nadie se pronunció.

A decir verdad, esta incomprensión no me sorprendió ni afectó. Al igual que algunos leen novelas de amor, a mí me gustaba la literatura religiosa, ese batiburrillo gnóstico, con predilección -quiero decir: con curiosidad- por los panfletos ignominiosos y las charlas de sobremesa del monje fanático, borracho, escatológico y suicida que, junto a otros, o contra otros, se embarcó en la reforma protestante. Algo me turbaba: tres siglos y medio antes de la proclamación de Nietzsche contra el cristianismo, con su brutalidad apocalíptica, Lutero había conseguido «trocear» la Historia de Occidente en dos partes, dejando al hombre protestante a su libre arbitrio, es decir, completamente solo frente al silencio de Dios.

En aquella época, al descubrir Turín por primera vez, alquilé, sin saber muy bien por qué, un pequeño apartamento en Aosta. En coche, tan sólo tardaba una hora en llegar a la gran ciudad, que visitaba cada semana, a veces incluso cada día. Al principio, pintaba cuadros figurativos y acuarelas al aire libre, a orillas del Po, antes de dibujar calles y fachadas, al fondo de un café, con tinta, una pluma y un pincel.

Por la noche, de regreso en casa, en la calle de la Torre del leproso, releía los libros de Nietzsche y Pavese que había leído con pasión en mi juventud. Pero Turín no me desveló enseguida el hilo misterioso que unía a estos dos melancólicos empedernidos. Dejé que aquel hilo se desenrollara por sí mismo y me condujese hasta una calle despoblada, en lo alto de una colina, bajo la frescura de un árbol; y una vez allí, por decirlo grandilocuentemente, o con cierta poesía categórica: una confesión, un sollozo, una risa.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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