
Ficha técnica
Título: La fuerza de los pocos | Autor: Andrés Ortega | Editorial: Galaxia Gutenberg | Publicación: Barcelona, 06/2007 | Páginas: 340 | Formato: 21×13 cm cartoné | Precio: 21 € | ISBN: 978-84-8109-675-0
La fuerza de los pocos
Andrés Ortega
Si la globalización ha hecho el mundo más plano, también lo ha fragmentado con grietas, montañas y una miríada de islotes. Los nuevos medios de comunicación y la tecnología que uniformiza favorecen la multiplicación y radicalización de las identidades. Minorías y grupos marginales tienen hoy un alcance global. Frente a la de los grandes, surge la fuerza de los pocos.
El hombre ya no se define sólo por lo que produce ni por cómo lo produce ni -salvo algunas excepciones religiosas- por lo que consume. Por ello, y porque el ser humano siente necesidad de diferenciarse para identificarse, cuentan mucho más las otras diferencias culturales, mucho más profundas. Los nuevos medios de comunicación, unidos a las migraciones y a la creciente urbanización (en 1800 sólo un 3% de la población mundial vivía en ciudades; en 2007 hay por primera vez más personas en las urbes que en el campo) permiten, además, que esas diferencias -incluso grupos minoritarios, radicales o marginales- tengan un alcance global. El antropólogo social indio Arjun Appadurai lo llama la erupción de «los números pequeños». Es la fuerza de los pocos que, a menudo, aunque dispersos, logran ser muchos, o mucho.
También cabe llamarlo la globalización de las diferencias, de esas diferencias. Al contrario de lo que piensan algunos, el mundo no se ha vuelto plano, sino más rugoso. Al tiempo que se suprimen fronteras físicas surgen con más fuerza otras barreras mentales. Junto a un proceso de homogeinización, se produce otro de fragmentación del mundo. Además, la fuerza de los pocos se ve favorecida por el hecho de que en el mundo ahora no manda nadie. La globalización anda desgobernada. La llenan los pocos, en un mundo en el que «la diversidad no está sólo en tierras lejanas sino aquí mismo», como dice el antropólogo argentino Néstor García Canclini. De ahí que no quepa hablar, como hace Huntington, de choque de civilizaciones ni de su alianza, pues ya no es un asunto externo sino interno a nuestras sociedades.
En este mundo sin orientación, la gente necesita más que nunca un sentimiento de comunidad, de pertenencia, de identidad. Nacionalismos, etnicismos y religionismos son parte de este fenómeno. Algunos (los menos) pueden aferrarse al cosmopolitismo; otros, a una identidad desarraigada a la que se accede a través de Internet o de las cadenas de televisión por satélite, cable u otros sistemas. Y ahí radica el peligro de esta era y de estos medios de comunicación: se construyen identidades sin raíces. Mientras el escritor francés Régis Debray considera que uno «se deslocaliza tan rápido como se deshistoriza», el filósofo alemán Jürgen Habermas sostiene que no hay nada más peligroso que «construir el futuro como respuesta a un llamamiento cuasi mesiánico del pasado», sobre todo cuando éste es inventado.