
Ficha técnica
Título: La débil mental | Autora: Ariana Harwicz | Editorial: Mardulce | Páginas: 112 | Formato: 19 x 13 | ISBN: 978-84-942869-6978-84-942869-6-4 978-84-942869-6-
978-84-943830-5-
| Precio: 12,00 euros
La débil mental
Ariana Harwicz
Un viaje a las entrañas más radicales de los vínculos familiares, a una relación casi animal entre madre e hija.
La literatura de Ariana Harwicz es profundamente perturbadora, una experiencia de lectura de una intensidad fuera de lo habitual. En La débil mental , Harwicz nos arrastra a las entrañas más radicales de los vínculos familiares, a una relación casi animal entre madre e hija.
Escrita como un flujo de consciencia que recuerda la mejor tradición de la literatura moderna -Virgina Woolf, Nathalie Sarraute- cruzada con una violencia desatada poco presente en la narrativa argentina, La débil mental es el relato de una pulsión sexual inagotable, de la desolación de una infancia sin respuesta, de la biografía de un cuerpo donde todo está sepultado.
Narrada a través de tremendas escenas breves (madre e hija en clubes, con hombres, con whisky; pero también jugando juntas, divirtiéndose), la novela nunca se vuelve sórdida, sino al contrario: roza la poesía y formula una poderosa interrogación sobre la condición humana, sobre el deseo, sobre los imposibles mandatos familiares.
I
NO VENGO DE NINGÚN LADO. El mundo es una cueva, un corazón de piedra que aplasta, un vértigo plano. El mundo es una luna cortada a latigazos negros, a flechazos y escopetazos. Cuánto hay que cavar para dar con el desprecio, para hacer que mis días ardan. Yo podría haber nacido con ojos blancos como este bosque de pinos lisos y, sin embargo, me despiertan las cenizas de un volcán sobre los tréboles del jardín. Y sin embargo, mamá se arranca mechones y los tira al fuego. El día comienza, soy un bebé y mamá está sentada de espaldas en su sillón y llora. Me despierto niña, afuera las lavandas, adentro mamá y sus cabellos negros entre las brasas. Hay extractos de nubes en todas partes, bajas y blancas, altas y pasajeras, oscuras e intermedias. Me invento una vida en las nubes sentada en mi clítoris. Vibro, me agito, me trato con morfina en los dedos y durante ese lapso, todo está bien. Mi mano adentro es mil veces su cara dentro de mí, cuánto se puede poseer una cara, cuánto se puede meter una cara en el sexo. Durante ese tiempo la hierba es hierba y puedo correr entre pastizales. De las mil maneras de existir que hay, me tocó esta, no reconozco a nadie y cuando me ataca la gran desesperación, vivo en cualquier parte. Mamá dejó de llorar, ya camino sola, ya hablo, ya compartimos la ropa. Quiero que él regrese contra todo pronóstico, contra todo duelo, quiero que sus ojos me destierren y ver la punta de los árboles. Mi cabeza toma un giro. Mi cabeza en picada se incrusta. De pronto, tengo el tono de una muerta. La cara hinchada de una adicta en la bañera. El cuerpo épico de la que va a saltar al vacío rocoso. De pronto, noto que es mediodía y los ojos azules de las liebres brillan fríos y salgo a comer, pero es pasado. Me pongo a orar o es que estoy enamorada. Le pido que me escupa, que me rompa la cara de una bofetada. Me lo quedo mirando. No estoy tocada, solo poseída, siempre es la misma respuesta. Me aburro, mamá. Mi cerebro son polillas en un jarro y se ahorcan.