Skip to main content

Ficha técnica

Título: Jimmy Sullivan | Autor: Ian Cross | Traducción: Lucía Barahona | Editorial: Automática | Presentación: Rústica con solapas |  Fecha: febrero/2016 | Páginas: 240| ISBN: 978-84-15509-31-8 | Precio: 17,50 euros

Jimmy Sullivan

AUTOMÁTICA

Jimmy Sullivan tiene trece años y vive en un orfanato. Hasta los once, jamás se había separado de sus padres ni había salido de Raggleton, una pequeña ciudad costera de Nueva Zelanda. En aquel tiempo, su mundo tal vez no fuera perfecto: las escenas de vida familiar que se representaban a diario ante sus ojos tenían muy poco que ver con las que describían sus amigos; su hermana mayor vivía en un internado y no sabía nada de lo que sucedía. Jimmy estaba solo, sin nadie con quien hablar o a quien pedir explicaciones (salvo Dios, claro, algún día arreglaría cuentas con Él…), pero tenía sus recursos, era fuerte, jamás se rendía durante una pelea y también era el primero de la clase. Volviendo la vista atrás, Jimmy comienza a entender cómo los acontecimientos que se desarrollaron a sus once años se transformaron en aquel torbellino que lo zarandeó de lado a lado sin que él pudiese comprender nada y que lo arrasó todo: Raggleton, sus amigos y su familia. Esas cosas no deberían sucederle a un niño.

Un niño no tendría que preocuparse por sus padres, ni por nada de nada, o puede que un poquito por el colegio…

 

1

Pueden pensar que me importa, y así fue una temporada, pero ya no. Mientras ocurría, y durante algún tiempo después, me importó tanto que estuve a punto de volverme loco, pero ahora no. Nada de nada. Eso sí, puedo recordarlo todo. No es que no me importe porque se me haya olvidado. ¡Vaya si me acuerdo! Soy capaz de recordar cada segundo, o casi cada segundo, y por la noche en la cama le doy vueltas sin parar porque no puedo evitarlo, y además tengo que reconocer que me gusta hacerlo… Pero eso no significa que me importe.

     Supongo que para mí todo este asunto es como ir al dentista, o al menos así es como yo me siento cuando voy al dentista. Muy nervioso y preocupado y asustado, pero una vez estoy sentado en la silla y el torno lleva un rato perforándome, no siento nada: solo estoy ahí sentado pensando en que si el dentista empezara a cortarme en pedacitos, me daría igual. Soy como uno de esos soldados que reciben condecoraciones y como los gánsteres de las películas. Parece absurdo que diga esto, yo, que vivo en un sitio como este, con las monjas dando vueltas por todas partes, con los rezos, la iglesia, la confesión, la comunión y todas esas tonterías. Lo que quiero decir es que puede parecer estúpido que un chico como yo diga que se siente así, pero yo sé cómo me comportaría en una guerra o en una pelea de gánsteres. Es una pena que en un país como Nueva Zelanda no tengamos realmente guerras ni tiroteos y  que haya que atravesar medio mundo para encontrar ese tipo de violencia. Por un lado te chocas con el Polo Sur, que no sirve, y por el otro tienes que volar por encima del mar hasta bien pasado Australia antes de encontrar batallas que merezcan la pena. Pero incluso aunque pueda resultar absurdo que un chico diga que se siente así, yo sí sé cómo me comportaría en una guerra o en una pelea de gánsteres. Lo sé, simplemente lo sé. Sé que no me importaría un pimiento lo que pudiera ocurrirme, y sé que disfrutaría disparando y pateando a mis enemigos, sin que me importara un bledo lo que ellos intentaran hacerme a mí.

     Incluso ahora, con solo trece años, soy lo bastante espabilado como para ser el cabecilla de los demás chicos, y eso que algunos tienen casi quince. Cuando me peleo, lucho hasta el final, y tendrían que matarme antes de que yo los dejara en paz. Tendrían que matarme o rendirse, porque nada de lo que me hicieran conseguiría detenerme, a menos que me mataran. Por ejemplo, la pelea con Ray Brown. No dejaba de pegarme, porque es más fuerte, pero es un blando, y al verme la cara llena de sangre lo que en verdad quería hacer era parar, aunque siguiera peleando.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

Close Menu