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Ficha técnica

Título: Historia de la música en España e Hispanoamérica. Vol. 4. La música en el siglo XVIII | Editor: José Máximo Leza | Editorial: Fondo de Cultura Económica | Colección: Varias | Formato: Empastado y Rústica | Tamaño: 17 x 23 cm | Páginas: 688 | ISBN: 9788437507118 | Precio: 48 euros
 

Historia de la música en España e Hispanoamérica

Joan Brossa

FONDO DE CULTURA ECONOMICA

Una aproximación a la historia de la música en España e Hispanoamérica, en ocho tomos, desde una perspectiva de nuestro tiempo, supone un ejercicio de reflexión, o de rigurosa divulgación, para comprender mejor, en términos musicales, de donde venimos y lo que somos. No pretende esta colección sentar cátedra sino invitar a pensar por qué la música ha evolucionado de una manera determinada y no de otra.

Los criterios de acercamiento son plurales y abiertos, sin ningún tipo de dogmatismo, buscando más la sugerencia que la tesis, la información precisa que la especulación, el espíritu científico que la ficción. En el fondo pretenden estos sustanciosos ensayos suministrar claves para disfrutar más con la música, situándola en sus contextos, subrayando sus prioridades, indagando en sus rebeldías. Las aportaciones provienen de diferentes universidades o instituciones de España y América, y buscan en la diversidad un enriquecimiento de planteamientos y posturas.

Hay una apertura a la brillantez de las nuevas generaciones pero sin prescindir de la sabiduría de los expertos. El resultado de todo ello es apasionante, tanto por su complejidad como por la resistencia a un encasillamiento. La Historia de la Música en España e Hispanoamérica no se agota, evidentemente, en estas páginas.


Plantea metafóricamente José Máximo Leza el acercamiento a la música española del siglo XVIII como «un viaje incierto a un país extraño». Y, en efecto, hay mucho por descubrir, pero la experiencia es apasionante, al menos tal y como se ha trazado científicamente la exploración. Los guías de este recorrido dieciochesco han optado por cierto enfoque cronológico, descubriéndonos capítulo tras capítulo paisajes realmente sorprendentes. El hilo conductor lo llevan sin desfallecimiento Miguel Ángel Marín y el propio Leza, pero las aportaciones de Álvaro Torrente o Juan José Carreras son clarificadoras para la mejor comprensión del terreno que se pisa, y el trabajo de Leonardo Waisman, mirando y no solo de reojo a la América española, confiere al conjunto una solidez apabullante. Hay muchas horas de entrega en estas páginas, mucha pasión. El esfuerzo ha valido la pena.

Introducción

Escribir cualquier historia es siempre emprender un viaje incierto a un país extraño. El desafío de plasmar en un volumen la historia musical de un periodo concreto se asemeja al reto de afrontar la visita a una gran ciudad durante un tiempo limitado. La riqueza de propuestas, lugares y experiencias que el viajero «no debe perderse» provoca, a partes iguales, el entusiasmo por lanzarse a la aventura del conocimiento y la amenaza de frustración por no llegar a experimentar las esencias que identifican el destino apetecido. Tras el regreso, siempre habrá alguien que nos pregunte por aquel edificio emblemático, aquel rincón indispensable que marcó su recuerdo y que, incomprensiblemente a sus ojos, no ha formado parte de nuestro itinerario. Toda narración histórica es pues necesariamente selectiva y sintética, al tiempo que subjetiva. Y al cuestionar el espejismo historiográfico de las visiones totalizadoras o la objetividad como única meta, adquieren una justa relevancia las perspectivas conscientes que el narrador escoge para su relato, y los puntos de vista con los que afrontará esta visita al pasado.

Abordar el siglo XVIII musical hispano implica, lógicamente, que muchas de las opciones y problemas que se plantean sean comunes a los que encaran historiadores de la música de otros periodos. Uno de los primeros es cómo afrontar la dialéctica entre las obras artísticas particulares, siempre distintas y únicas, y la necesidad de englobarlas dentro de categorías estilísticas que articulen un relato de mayor escala. En este sentido, y frente a lo que pudiera derivarse del estudio de las centurias anterior y posterior, el siglo XVIII acumula etiquetas que incluyen desde el Barroco tardío hasta el Clasicismo, pasando por el estilo galante, el estilo sentimental o la plasmación en música del movimiento Sturm und Drang. La dificultad de aplicar estas categorías no sólo reside en lo difuso de sus fronteras o en la superposición cronológica de algunas de ellas, sino en la posibilidad misma de que puedan o deban aplicarse con ciertas garantías a buena parte de la música que se creó y consumió en los distintos rincones de Europa. Plantearse su inclusión en los discursos sobre una historia de la música en el mundo hispano, supone reflexionar previamente sobre el concepto de periodización y las posibles divisiones del siglo.

Muy vinculado a esta cuestión se encuentra el lugar que otorgamos a aquellos compositores destacados cuyas obras excepcionales han pasado a formar parte del canon de nuestras historias de la música. Como han señalado Dahlhaus y Weber, conviene no perder de vista las complejas y cambiantes relaciones que, a la hora de definir ese conjunto de obras maestras, tienen a veces los intereses estéticos de públicos, críticos e historiadores muy alejados del momento mismo de la creación de este repertorio.1 Obras que en su tiempo disfrutaron de gran popularidad pueden haber caído irremisiblemente en el olvido, mientras que otras que pasaron desapercibidas entonces, ocupan hoy lugares de privilegio en los libros de historia y en las salas de concierto. La recepción de la música del pasado no sólo puede modificar los significados que otorgamos a esas músicas, sino su relevancia en los cambiantes discursos de los historiadores.

En una primera aproximación al siglo XVIII español, el problema en este sentido parece derivar de la ausencia de un corpus claro de obras maestras y autores reconocidos y reconocibles, no ya por el público de hoy, sino por buena parte de los especialistas. A diferencia de otros periodos de la historia de la música española, donde nombres como Victoria, Morales o, siglos más tarde, Albéniz o Falla, han logrado un puesto privilegiado en las narraciones generales de la música occidental, nuestra centuria no cuenta con un elenco equiparable de indiscutibles. Autores como Literes, Araujo, Torres, Sumaya, Nebra, Soler o García Fajer sólo recientemente van ocupando un lugar en el panteón de hombres ilustres de nuestra cultura musical, y a evidente distancia de contemporáneos suyos como Handel, Haydn o Mozart. Más difícil aún sería tratar de consensuar un puñado de obras fundamentales de estos mismos autores y, todavía más impensable, considerar que el conjunto de las mismas permitiera, por sí solo, establecer continuidades que ofreciesen una visión coherente e ininterrumpida de toda la centuria musical hispana. Es cierto que el XVIII es también el siglo de D. Scarlatti, Corselli, o Boccherini, pero, como se verá más adelante, sus procedencias y formaciones iniciales en tierras italianas han marcado de manera problemática su compleja adscripción a la categoría de «música española» que en buena parte de la historiografía se ha equiparado con la de «música en España».

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Joan Brossa

Joan Brossa (Barcelona, 1919-1998) frecuentó los diferentes géneros para crear un concepto propio de la poesía. En él conviven surrealismo, apología de la sencillez, compromiso social y humor. Rápidamente reconocido por sus poemas visuales, su producción literaria abarca poemas de estrofa tradicional, poesía cotidiana o antipoesía, prosas de circunstancias, teatro cine y más sorpresas.

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