Ficha técnica
Título: Francamente, Frank | Autor: Richard Ford | Traductor: Benito Gómez Ibáñez | Editorial: Anagrama | Colección: Panorama de Narrativas | Páginas: 232 | ISBN: 978-84-339-7938-4978-84-339-7938-4 978-84-339-639 | Precio: 18,90 euros |
Francamente, Frank
Richard Ford
En su trío de novelas aplaudidas por crítica y público –El periodista deportivo, la ganadora del Premio Pulitzer y el PEN/Faulkner El Día de la Independencia y Acción de Gracias– Richard Ford iluminaba el Zeitgeist de toda una generación a través de las intuiciones y agudezas de su ahora célebre cronista literario, Frank Bascombe, que es, sin duda, uno de los más imborrables, provocativos y queridos personajes de la moderna literatura americana.
En Francamente, Frank Ford regresa con cuatro historias narradas por el icónico Bascombe. Ahora tiene sesenta y ocho años y de nuevo está cómodamente instalado en la zona residencial de Haddam, Nueva Jersey. Bascombe ha salido airoso -en apariencia, aunque no del todo- de las secuelas de la devastación del huracán Sandy. Como en todos los libros protagonizados por él, el espíritu que guía a Ford es la vieja máxima cómica que promete que si las cosas no resultan graciosas, no son realmente serias. La desolación sembrada por el Sandy, que ha arrasado casas, zonas costeras e innumerables vidas, es probablemente el arranque más tremendo que se pueda imaginar para una narración. Y sin embargo se convierte en el perfecto telón de fondo y en la piedra de toque para Ford y Bascombe. Dotados de una precisa sensibilidad de comedia y de una inteligencia arrolladora, estos relatos abordan un completo catálogo de asuntos muy americanos: el envejecimiento, el racismo, la pérdida de la fe, el matrimonio, la redención y el desplome del mercado inmobiliario.
A través de Bascombe -irónico, blasfemo, emotivo, sabio y a menudo políticamente incorrecto- nos sumergimos en las aspiraciones, pesares, anhelos, logros y fracasos de la vida americana en los albores del nuevo siglo. Richard Ford trae de vuelta a Frank Bascombe en toda su imperfecta gloria para decir (a menudo de un modo hilarante) lo que todos pensamos pero pocos se atreven a expresar en voz alta.
«Frank es el hombre de la calle de Ford, un testigo desencantado, triste e irónico de la vacilante actitud de América ante el final de un siglo y la llegada de un nuevo y amenazador milenio. Richard Ford es un escritor maravilloso» (John Banville, The Guardian).
«Como de costumbre, el toque divertido y lírico de la voz de Frank es lo que genera buena parte del atractivo. Solitario por naturaleza, Frank es en realidad una compañía estupenda, y su humor socarrón y su búsqueda existencial de lo correcto y las verdades últimas lo convierten, con todas sus imperfecciones, en alguien entrañable» (T. Newbury, Literary Review).
«Unas narraciones absorbentes, divertidas y a menudo profundas. Quienes conozcan al Frank Bascombe de las anteriores novelas reconectarán rápidamente con su imborrable personalidad» (Publishers Weekly).
«Frank Bascombe es puro placer. Unas narraciones irresistibles» (Michael Dirda, The New York Review of Books).
«Un libro perfecto» (Kate Kellaway, The Observer).
Aquí estoy yo
Extrañas fragancias lleva en la costa el agitado aire invernal esta mañana, dos semanas antes de Navidad. Balsámicos vapores en un mar sombrío causan expectación en los incautos.
Es, no hay duda, el aroma a reparación y rehabilitación de viviendas a gran escala. Madera recién aserrada, PVC blanco y limpio, el tufillo a lejía del Sakrete, el picor de la silicona, el efluvio dulzón de la tela asfáltica y el alcohol desnaturalizado. La almidonada esencia del Tyvek mezclada con la urdimbre sulfurosa del mar y el hedor proveniente de la bahía de Barnegat. Es el aire del desastre en toda regla. En mi nariz -experta en esas cosas en otro tiempo- nada huele a ruina de forma tan fragante como los primeros intentos de rescate.
Lo noto primero en el semáforo rojo de Hooper Avenue, y luego cuando lleno el depósito de mi Sonata en la Hess, antes de dirigirme al puente hacia Toms River y Sea-Clift. Aquí, entre los intensos olores de la gasolinera, una brisa invernal me agita el pelo mientras los dólares se me van como en una tragaperras bajo las crecientes nubes de diciembre. La brisa ha puesto en movimiento los plateados molinillos de Bed Bath & Beyond, el almacén de artículos para el hogar que anuncia su Grandiosa Reapertura en el parque comercial de Ocean County («Sólo un colchón nuevo podrá tumbarnos»). A lo largo de su kilométrico aparcamiento, con una décima parte ocupada a las diez de la mañana, el Home Depot -un remedo del Kremlin, pero con un enigmático aspecto de «soy tu amigo a pesar de todo»- ha abierto sus puertas temprano y de par en par. Sale un reguero de clientes que, con paso incierto, llevan en equilibrio cajas de nuevos inodoros, nuevas placas base, nuevos circuitos de cableado, bisagras retractiladas, puertas de alma hueca, toda una escalinata de entrada tambaleándose sobre un gigantesco carrito de la compra. Todo de camino a algún domicilio que aún sigue en pie tras la zarabanda del huracán: hace ya seis semanas, pero aún presente en la memoria. Todos continúan perplejos: amargados, deprimidos, dolidos pero resueltos. Decididos a «renacer de las cenizas».