
Ficha técnica
Estética del aparecer
Martin Seel
Dado que la capacidad para encontrar una realidad estética es la forma central de la percepción humana, el significado existencial y cultural de la experiencia estética sólo puede ser comprendido si se unifican la estética y la filosofía del arte, separadas en las últimas décadas tanto por la filosofía continental como por la filosofía analítica. Es ése el objeto de esta obra, en la que Martin Seel postula que la estética no comienza con los conceptos de ser o de apariencia sino con el de aparecer. El aparecer -señala- revela la realidad que comparten todos los objetos estéticos, por muy diferentes que puedan ser en otros aspectos. Desde esta perspectiva, percibir las cosas y los acontecimientos momentánea y simultáneamente, tal como aparecen ante nuestros sentidos, representa un medio genuino de experimentar el mundo. Y la conciencia que así emerge es una facultad antropológica central: al percibir la insondable particularidad de algo dado a los sentidos se obtiene una percepción del presente indomeñable de nuestra existencia. La atención al aparecer es por tanto al mismo tiempo una atención hacia nosotros mismos.
PRÓLOGO
En este libro sugiero pensar la estética no a través de los conceptos de la apariencia o del ser, sino a partir de un concepto del aparecer. El aparecer al que habré de referirme es una realidad que comparten todos los objetos estéticos, independientemente de cuán distintos sean en otros sentidos. El aparecer está presente en toda actividad estética.
Percibir las cosas y los acontecimientos momentánea y simultáneamente, tal y como aparecen ante nuestros sentidos, es una forma primordial de experimentar el mundo. La conciencia que emerge de ese modo es una facultad central del ser humano. En la percepción de la particularidad inconmensurable de algo dado a los sentidos alcanzamos una percepción del presente indomeñable de nuestra existencia. La atención al aparecer es por lo tanto al mismo tiempo una atención hacia nosotros mismos. Ello ocurre también -y aun con mayor razón- cuando las obras de arte imaginan presentes, pasados o futuros, o presentes probables e improbables, porque ellas desarrollan sus energías transgresoras a partir de su presencia sensible, en tanto creaciones llamativas para los sentidos. Crean un presente particular, en el que se despliega una exposición de presentes próximos o distantes.