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Ficha técnica

Título: Ella siempre está | Autor: Jose González | Editorial: Papeles mínimos | Encuadernación: Rústica con sobrecubierta | Medidas: 13,5 x 20 cm | ISBN: 9788494144196 | Precio: 15 euros

Ella siempre está

Jose González

PAPELES MÍNIMOS

Ella siempre está, de Jose González, es un texto turbador, a contracorriente, donde la construcción queda a la vista. Tirando de un hilo de su anterior novela, La visita (2013), alumbra lo innombrable de las relaciones familiares.

Carl G. Jung en una entrevista concedida en 1959, comentaba acerca de la percepción: «Las sensaciones nos dicen que hay algo. El pensamiento, hablando en general, nos dice qué es. Los sentimientos nos dicen si es agradable o no, aceptado o rechazado. Y la intuición es una dificultad. No se sabe de dónde viene».

Los textos tienen voces marcadas por lo que cuentan y lo que quieren contar, independientemente del estilo de sus autores. Este libro responde a una voz intuitiva. En este caso no se acepta ni sería honesta una narración o construcción al uso. Aquí hay trabas y podrían responder a que su contenido cuesta contarlo. El texto se va destilando con una dificultad que desgrana el conflicto.

Ella siempre está  plantea la relación de dos hermanos, sus diferencias, la infancia, la autoridad de los padres, los predilectos, las cosas que nos atan y nos pueden liberar, la relatividad y el azar que nos separa de sentirnos queridos. En definitiva, en este libro se compone una reflexión sobre parte importante de lo que significa el afecto y la capacidad de compartirlo.

Jung, en esa misma entrevista, matiza, poniendo como ejemplo de las conductas heredadas, el instinto con el que los pájaros construyen sus nidos: «se construyen sólo para cobijar un cierto número de crías. El final ya se anticipa. […] no existe el tiempo.  Principio, medio y fin son lo mismo. Se dan a la vez».

pulgar

El pulgar se entinta y deja una marca, un borrón en espiral, un sello. Si tratamos de descifrar lo sucedido el día antes de que la niña se sentase en el poyo que hay en la plaza, los puños estarán bien cerrados, nadie habrá abierto la puerta de casa, ni habrán llegado de trabajar.

Adentro se oirá el ruido de una televisión. Los dedos lucharán y se revolverán bien tensos para saber dónde propinar el próximo golpe. Un garaje, el de la casa, frente a la ventana, la persiana interior de la que cuelga un cordel áspero, el borde de un río. Todo huele a aceite quemado, a sal Maldon, a un desierto lleno de árboles apestados que parece venir de afuera. Urge. No hay piedad. El cuello agrietado por las venas y teñido de un púrpura travieso y obstinado. Alguien se sonroja al recordarlo y se parte la nariz contra las palmas de las manos cuando gesticula un qué vergüenza, aquel o aquella no era yo. Despistados. Los vecinos no están atentos a lo que pasa y podrían estar discutiendo sobre cualquier cosa, como por ejemplo hacer crujir los colchones a la vez que alguno muerde la almohada para evitar un sollozo excesivamente sonoro. No hay testigos. Puede que sea estúpida la vergüenza que todos temen, la que se manifiesta aunque nadie les haya visto. Bajo la piel se esconde una cornamenta con su punta ovalada que empuja contra las cuerdas y arrincona y les hace perder la consciencia sobre una lona parecida a una pared acolchada que tiembla cuando alguien se dispone a cruzarla o penetrar en ella. Nadie fuma todavía. Hace calor. El vapor ablanda los ánimos y se estremece en la parte anterior a donde se doblan las extremidades. Algo se puede caer en cualquier momento porque la estantería se abalanza. Los puños se abren por fin y oradan, viscosos, los caminos como sombras que han perdido la referencia de la forma que les acompaña. Se extravían. Los dedos también se acaban perdiendo y calculan un movimiento algebraico para ser salvados y hasta hacen cosquillas cuando se rozan y atemperan contra una especie de calor ajeno. Se revuelve. Una inconformidad de ella le anula y le retiene presa de un vicio que era un juego y que a su vez podría ser enfermizo. Aprieta, y aunque ese día hubiese hecho frío y llovido, se hubiera intentado tender la ropa. Los deseos se escurren y prefieren que haga viento y todo vuele hacia ningún lugar, al menos, hacia uno que no quieran recordar jamás.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Jose González

Jose||González (Monforte de Lemos, Lugo, 1981) Es graduado en Cinematografía y Artes Visuales por la Universidad de León y ha cursado la cátedra de Historia y Estética Cinematográfica en la Universidad de Valladolid. Autor de «La visita», su primera novela, que tuvo una muy buena acogida por parte de la prensa especializada. Además fue seleccionada, entre otros, por el Festival du Premier Roman, Premios Troa y Otras Voces Otros Ámbitos.

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