
Ficha técnica
Título: El vientre de Nápoles | Autora: Matilde Serao | Traductor: Juan Antonio Méndez | Editorial: Gallo Nero | Colección: Narrativas | Páginas: 160 | Formato: 14 x 19 | ISBN: 978-84-1652933-9 | Precio: 16,00 euros | Fecha: octubre 2016 |
El vientre de Nápoles
Matilde Serao
Concebido como una investigación periodística a raíz de la epidemia de cólera de 1884 y en respuesta a un Gobierno ausente y poco propositivo, El vientre de Nápoles es una incursión en las luces y las sombras de una ciudad pasional, antigua y compleja.
Matilde Serao, escritora valiente y combativa, al igual que un moderno Virgilio nos enseña un escenario urbano intrincado, detallando sus problemáticas, sus tradiciones y sus costumbres. Su mirada es apasionada y analítica: entra en las habitaciones de pocos metros cuadrados donde se aglomeran familias enteras, describe los negocios de doña Carmela, la usurera «que hace temblar a hombres y mujeres», y denuncia la afición al Gioco del Lotto, verdadera plaga social que los napolitanos sin embargo viven como única esperanza de redención.
Todas estas historias cotidianas conforman un indeleble fresco social de extrema actualidad que Serao dedica a su ciudad, una carta de amor que es todo un clásico del periodismo literario.
I. Hay que destripar Nápoles
Una frase eficaz. Usted, honorable Depretis, no ha conocido el vientre de Nápoles. Un error, porque usted es el Gobierno y el Gobierno tiene que saberlo todo. Por supuesto que no están hechas para el Gobierno esas descripciones coloridas de los cronistas con pretensiones literarias que hablan de la via Caracciolo, del mar glauco, del cielo de cobalto, de las encantadoras señoras y de las brumas violetas del ocaso. Toda esa retórica barata a base de golfo y colinas floridas a la que nosotros, humildemente arrodillados ante la patria que sufre, aplicamos en su momento y seguimos aplicando honroso correctivo. Toda esta vulgar, fácil e incompleta literatura, resulta útil para esa porción de público que no quiere que le molesten con cuentos de miseria. Pero el Gobierno tendría que saber la otra parte; el Gobierno, al que le llegan las estadísticas de la mortalidad y la de los delitos; el Gobierno al que le llegan las relaciones de los prefectos, de los comisarios, de los inspectores de policía, de sus delegados; el Gobierno al que le llegan los informes de los directores de las cárceles; el Gobierno que sabe todo: la cantidad de carne que se consume en un día y el vino que se bebe en un año en un pueblo; que sabe el número de mujeres, digamos, de mala vida, que existen, y así como cuántos hay ya advertidos entre sus verdaderos amantes, cuántos mendigos no tienen cabida en las obras de beneficencia y cuántos son los vagabundos que duermen en la calle por la noche, cuántos indigentes y cuántos comerciantes hay; cuánto se recauda por arancel al consumo, por la propiedad de la tierra, a cuánto ascienden los empeños en el Monte de Piedad y cuánto se recauda por la lotería. Esta parte, este vientre de Nápoles, si no lo conoce el Gobierno ¿quién va a conocerlo? Y si no valen para informaros de todo, dígame entonces para qué sirven todos esos empleados altos y bajos. ¿Para qué todo ese inmenso engranaje burocrático que nos cuesta tanto? Y si usted no es la inteligencia del país que todo lo conoce y que a todo subviene, ¿para qué es usted ministro?