
Ficha técnica
Título: El sueño del rey | Autor: Isabel Soler | Editorial: Acantilado | Colección: El Acantilado, 313 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 352 | ISBN: 978-84-16011-59-9 | Precio: 16 euros
El sueño del rey
Isabel Soler
Los viajes oceánicos de Cristóbal Colón, Vasco de Gama y Fernando de Magallanes revolucionaron el conocimiento, sentaron las bases del mundo moderno y convirtieron el orbe en un gran teatro donde los actores se encontraban ante una realidad que, como en toda tragedia, se mostraba ambigua e inasible.
El deseo se confundía con la experiencia de los descubridores, cuyos relatos de viajes recurrían inevitablemente a la fantasía, el sueño, la maravilla y el ingenio. Y en el escenario del mundo, estos elementos son especias de tanto valor como la canela, la pimienta o el clavo que descargaban las naves en los muelles de la Lisboa de Manuel I, y sirvieron para sazonar tanto el discurso de la realidad vivida como el de la verdad ansiada.
A través del estudio del sueño mesiánico del rey dom Manuel I de Portugal, Isabel Soler nos muestra la difusa frontera entre la verdad y lo real, entre la idea del mundo que ha de ser y el mundo que es.
La prensa ha dicho:
«Para este «viaje» mesiánico hacia el Renacimiento, la navegación oceánica y las necesidades comerciales del viejo Continente, nada como equiparse de este -así como los nateriores- libro de Isabel Soler, auténtica corredora de fondo de la cultura portuguesa y de la literatura de viajes de los siglos XV, XVI y XVII». Ángeles López, La Razón
««El gran teatro del mundo», tan querido desde Shakespeare a Calderón, está en la génesis de este libro, por cierto, muy bien escrito, sobre viajes en el Portugal de Manuel I». Pedro García Martín, La aventura de la historia
PÁRODO
El antes arrogante y despectivo mercader veneciano Antonio ha perdido todas sus naves. En dos meses habían de llegar cargadas de riquezas de Trípoli, de la India, de Inglaterra, de México. Tenía toda su fortuna en alta mar, y ahora sabe, angustiado, que ha de cumplir con una libra de carne de su cuerpo el pagaré sellado con el judío Shylock. Aunque habla desde el rencor, el usurero sólo reclama el cumplimiento de un contrato libremente establecido que nace desde una meditada venganza «a manera de broma». Quizá en el dramático momento de saldar su cuenta no recordase el mercader Antonio la respuesta dada a su despilfarrador y querido pariente Bassanio, cuando entra en escena con sus amigos para pedir la necesaria ayuda económica que consolidará su noviazgo con la hermosa Porcia. «Tenéis demasiados miramientos con la opinión del mundo», le dicen; a lo que el mercader replica: «El mundo es sólo un teatro donde cada cual ha de representar su papel» (acto i, escena i).
El mercader de Venecia habla de la venganza y la clemencia,
de la ley como amparo y defensa vestida de la inhumana frialdad de la justicia; habla de la eficacia de la argumentación jurídica y de los límites del derecho público y del derecho privado. Pero El mercader de Venecia también pone en escena una opinión sobre el mundo, y desde el teatro que es la gran ciudad mercantil de finales del siglo xvi disecciona las consecuencias de la discriminación étnica, religiosa y sexual y los antagonismos de la difícil convivencia social; evidencia la represión de la libertad de credo y el peso de la herencia cultural que impone un juicio previo sobre el otro; explicita el poder oligárquico cristiano y el lastre amargo de la conciencia histórica judía. Y todos esos condicionantes que conducen la opinión del mundo renacentista y tardorrenacentista van acompañados y están dominados por el poder omnipresente del dinero. El mercader Antonio es un factor desestabilizador de la balanza financiera veneciana; ésa es una de las fuentes del odio que siente Shylock hacia él: lo odia «porque es cristiano, pero mucho más todavía porque en su baja simplicidad presta dinero gratis y hace así descender la tasa de la usura en Venecia» (acto i, escena iii). El odio del prestamista judío tiene una coloratura indiscutiblemente moderna, porque da el protagonismo escénico al poder de la economía y al equilibrio financiero frente a las políticas y los credos. El dinero gobierna una política veneciana dependiente de inversionistas que dan prosperidad y opulencia a la ciudad.