
El mundo que vimos desaparecer
Nick Harkaway
El Tubo de Jorgmund es la columna vertebral del mundo, y está en llamas. Gonzo Lubitsch, héroe de profesión y solucionador de problemas, es contratado para apagarlo. Pero hay más en el incendio y en el propio Tubo de lo que parece a primera vista. El encargo llevará a Gonzo y a su mejor amigo, el narrador, de vuelta a sus propios orígenes y hasta el oscuro corazón de la Compañía de Jorgmund.
El mundo que vimos desaparecer es una aventura vertiginosa, hilarante y épica, y la crónica de un amor y su pérdida. Una odisea repleta de ninjas, piratas y conspiraciones políticas; con heroísmos inesperados en tierras extrañas y peligrosas y con una amistad puesta a prueba al límite. Pero también es la historia de un mundo no demasiado distinto al nuestro y desesperadamente necesitado de héroes, por improbables que estos sean.
«Inmensamente gratificante… Esta distopía es, literalmente, la peor pesadilla de cualquiera de nosotros… No es solo muy inteligente, también es aterradora…» The Times
«Una obra magnífica, desmesurada, épica… Se puede convertir fácilmente en un clásico contemporáneo. Su alcance y ambición son extraordinarios, su ejecución te quita a menudo el aliento y su estilo es por turnos hilarante, excesivo, devastador, elegante y profundo…» Independent on Sunday
«Una novela impresionantemente buena… Se lee como una mezcla surrealista de Pynchon y Pratchett, Vonnegut y Heller.» Austin Chronicle
«Exuberante… de una imaginación salvaje.» The Times
«Una épica apasionante y satírica de guerra post-apocalíptica habitada por mimos, ninjas, burócratas, quimeras y frikis armados.» New York Magazine
Capítulo 1
Cuando todo comenzó;
cerdos y crisis;
encuentros cercanos con la administración.
La luz se fue en el Sin Nombre poco después de las nueve. Yo estaba inclinado sobre la mesa de billar, con una mano en la calva que se había formado detrás de la D por la cerveza, según Flynn el Tabernero, pero que era del mismo tamaño y forma que el culo de la señora de Flynn el Tabernero: casi un metro de diámetro y con la forma de una manzana Royal cortada por la mitad. El fluorescente que había sobre la mesa se apagó, al instante volvió, y el frigorífico con puerta de cristal comenzó a emitir un zumbido grave y torpe. La instalación eléctrica también zumbó y se hizo la oscuridad. Un leve destellos de estática bailaba por la repisa del televisor, mientras la lámpara verde de SALIDA chisporroteaba junto a la puerta.
De todas formas, me apoyé sobre la marca del culo de la señora de Flynn el Tabernero y lancé el golpe. La bola blanca produjo un murmullo al cruzar el fieltro, a continuación dio contra dos bandas y terminó por golpear limpiamente la bola 8 hacia una de las troneras. Ton, ton, tooc… gloong. Un golpe perfecto. Iba a por la 6, por cierto. Le había regalado la victoria a Jim Hepsobah. En cuanto volviera la luz y todo volviera a la normalidad en el Sin Nombre, daría paso a mi colega héroe Gonzo y Jim se lo cargaría también.
En cualquier momento.
Solo que las luces seguían apagadas y el destello tenue del televisor se había desvanecido. Hubo un instante, muy breve, de silencio; un instante en los que solo sientes el tiempo, de los que te entristecen sin ninguna razón aparente.