
Ficha técnica
Título: El libro de la salsa | Autor: César Miguel Rondón | Editorial: Turner | Colección: Noema | Medidas: 14 x 22 cm | Páginas: 524 | Encuadernación: Rústica con solapas
Fecha: Jun 2017 | ISBN: 978-84-16714-19-3 | Precio: 28 euros | Ebook: 13,99 euros
El libro de la salsa
César Miguel Rondón
La salsa, esa música de los barrios latinos de Nueva York, nació en la década de 1950 en los locales donde se reunían los cubanos, los puertorriqueños o los venezolanos emigrados a Estados Unidos. Y siempre fue la voz del barrio, de los amores contrariados, de la vida precaria, de los «malandros» y los desarraigados, una forma de llevar el Caribe al escenario de la gran ciudad.
«La calle está durísima», cantaba Joe Cuba, y con esa frase condensó el espíritu de la salsa. Un son para bailar, para evadirse, para unirse a los compatriotas lejos de la tierra natal. Y aquí está su historia, la de la verdadera música popular que no es folclore, sino el sonido de la calle y del pueblo, con el vigor y la fuerza de artistas como Rubén Blades, Celia Cruz, las Estrellas de la Fania, Willie Colón, La Lupe y docenas de grandes personajes más que se analizan y celebran en este libro.
Con prólogo de Leonardo Padura, 36 páginas de fotografías originales, índice onomástico y casi 100 letras de canciones. Edición actualizada por el autor.
El libro de la salsa
CÉSAR MIGUEL RONDÓN
La canción de amor, y el bolero caribe muy en particular, exigen muchos libros carentes de prejuicios intelectuales, aparentemente cultos o pretenciosamente lanzados en nombre de la cultura. Por el momento, solo nos interesa destacar la indeclinable persistencia de cierto canto amoroso, de uno, quizá más auténtico, que sobrevive frente a otro, tal vez más trampo¬so o ficticio. Una misma línea, considerablemente sólida, se extiende desde estos boleros contemporáneos de Curet Alonso, hasta llegar a las primeras manifestaciones del canto amoroso urbano gestadas a comienzos del siglo xx en nuestro continente. Son canciones que con demasiada facilidad logran superar el simple paso de las generacio¬nes, las sofisticaciones y las modas. Esa recurrencia del gusto popular sobre Gardel, por ejemplo, es exageradamente importante como para ser escamoteada en la insoportable excusa de la banalidad y la cursi¬lería. Con mayor o menor intensidad y despliegue, lo mismo sucede con otros cantores y compositores populares que, al margen de los caprichos y de las ocurrencias de la industria, permanecen como re-flejo y alimento de una muy peculiar manera de ser que se extiende y caracteriza en esta región del mundo. Pedro Flores y Daniel Santos, Hernández y José Alfredo Jiménez, Lara, Carrillo y Portillo de la Luz permanecen a manera de simple ejemplo, en esa suerte de bastión indestructible al que también perteneció Felipe Pirela, aquel pequeño maracucho que con una voz muy íntima arrastró tras de sí inmensas masas de admiradores que compraron (y siguen comprando) milla-res de sus discos. Y lo que interesa es destacar ese bastión, esa tierra común que se esparce a lo largo del continente punzando la coti¬dianidad, haciéndola suya, derrotando unos mitos y pariendo otros, persistiendo, pues, en alianza secreta con el tiempo y la costumbre.