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Ficha técnica

Título: El lado vacío del corazón | Autor: Erich Hackl | Traducción: Richard Gross | Editorial: Periférica | Colección: «Largo recorrido» | Páginas: 176 | ISBN: 978-84-16291-25-0 | Fecha: feb/2016 | Precio: 16,95 euros

El lado vacío del corazón

Erich Hackl

PERIFÉRICA

En la portada del libro tenemos a los propios Salzmann, militantes de izquierda austríacos fotografiados en el París de los años 30: Hugo, Juliana y Hugo júnior. Ésta es la historia real de una familia europea a través de países como Austria, Francia, Suiza o Alemania, y a lo largo de todo el siglo XX.

Un siglo convulso en el que las ideas políticas «diferentes» te arrojan a los márgenes de la sociedad como un paria, y no sólo durante el nazismo que separará a la familia. «Mi abuela murió en un campo de concentración», dice el nieto, Hanno, en una confidencia. Y aunque lo haga ya décadas después esto parece despertar a los fantasmas del pasado y activar los recuerdos colectivos más negros…

Hackl, uno de los grandes escritores del presente, ha vuelto a escribir una extraordinaria historia privada dentro de lo que llamamos Historia: por medio de conversaciones, investigaciones, cartas, libros y documentos recrea la vida a ratos desoladora, a ratos bellísima y aparentemente invencible, de unos pocos seres honestos y pobres; y cuando éstos cometen alguna injusticia, del tipo que sea (casi siempre «sentimental»), su voz se hace eco de esa injusticia y no la silencia.

[Comienzo del libro]

A finales del siglo pasado, definido como la era de los extremos por el historiador Eric Hobsbawm, el joven Hanno Salzmann asumió un puesto de auxiliar de oficina en la Seguridad Social de Estiria, en Graz. Desempeñaba a conciencia el trabajo que le habían asignado en la sección de cotizaciones, aunque lo embargaba una ansiedad constante de no estar a la altura de las expectativas depositadas en él. Era humilde y diligente, tenía modales agradables y se esforzaba por resolver las tareas con rapidez, para general satisfacción de sus compañeros y superiores. En la primera evaluación de actividad, del 10 de noviembre de 1994, se le calificaba como dinámico y aplicado, capaz de trabajar bajo presión, dotado de una mente abierta, buen compañero, solícito, educado y respetuoso con los demás. Se mantenía al margen de las bulliciosas y, a veces, etílicas reuniones que éstos celebraban durante y después del horario de oficina.

La desgracia de Hanno empezó cuando se hizo amigo de Jochen Koraus, un compañero de trabajo de su edad, que un día, sin invitación ni aviso, se presentó sonriente en su casa con una flor de Pascua como regalo para su madre. Comenzaron a salir juntos al cine, al fútbol o a jugar al ajedrez en el café. Los padres de Hanno quedaron aliviados al ver que a su hijo menor no le había costado relacionarse con la gente de su trabajo, ya que ellos mismos tenían, desde que se jubilaron, poco contacto con el mundo exterior y observaban con preocupación que el chico tendía a imitar su estilo de vida retirada. El mayor, Peter, sufría una grave discapacidad de nacimiento y necesitaba atención constante y una rutina diaria lo más regulada posible en el seno de su familia, motivo por sí solo suficiente para que sus padres apenas hicieran vida social. Pero, además, tenían el oído afinado para los comentarios incautos que traslucían la convicción de quienes los expresaban: que la salud era el bien supremo, aun por encima de la educación sentimental, que había que preservar y multiplicar, o que el origen de las taras físicas y psíquicas estaba, en la mayoría de los casos, en los propios afectados o sus allegados. Por otra parte, no conseguían librarse de la sospecha de estar rodeados de personas que escogían sus amistades según móviles interesados: el trato con éste o aquél ¿me sirve para mi carrera?, ¿responde a mi posición social?, ¿me hace ganar prestigio e influencia o perjudica mi ascenso?, ¿me exige una inversión emocional y, de ser así, merece la pena? Que seguían siendo unos extraños en Graz, pese a llevar décadas viviendo y trabajando en la ciudad, se lo decía su instinto, y era precisamente esa vaga sensación de no pertenencia la que los hizo tan vulnerables cuando Hanno fue atrapado por la vorágine de los acontecimientos.

Más tarde, al empezar a cavilar sobre cómo habían venido las cosas, no podían menos que sospechar que Koraus había revelado en la oficina las informaciones obtenidas mediante la amistad con su hijo, pues los ataques a Hanno delataban un conocimiento profundo de la situación familiar, si bien partían de una falsa premisa en el punto decisivo y determinante. Fue, sobre todo, esta frase, dicha de paso, la que supondría un perjuicio duradero para Hanno: Mi abuela murió en un campo de concentración.

 

 

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Erich Hackl

Erich Hackl nació en Steyr, Austria, en 1954. Realizó estudios de  Filología Germánica e Hispánica en las universidades de Salzburgo, Salamanca y  Málaga. Entre 1981 y 1990 fue profesor en la Universidad de Viena y es miembro  de la Academia de la Lengua y Poesía Alemanas. En 1983 comenzó su carrera como  escritor, realizando numerosos viajes a diferentes países de Latinoamérica.  Entre los autores que ha traducido al alemán figuran nombres como Rodolfo  Walsh, Eduardo Galeano, Juan José Saer o Rodrigo Rey Rosa. Es autor de libros  como Sara y Simón. Una historia sin fin (Galaxia Gutenberg y Círculo  de Lectores, 1998), Adiós a Sidonie (Pre-Textos, 2002) La  boda en Auschwitz (Destino, 2004).

Obras asociadas
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