
Ficha técnica
Título: El camino del actor. Vida y encuentros | Autor: Mijaíl Chéjov | Traductor: Jorge Saura y Bibicharifa Jakimziánova | Editorial: Alba | Páginas 328 | Colección: Artes Escénicas | Encuadernación: Rústica | ISBN: 97884-90651711 | Precio: 22,00 euros | Fecha: febrero 2016 |
El camino del actor. Vida y encuentros
Mijaíl Aleksándrovich Chéjov
«Si queréis aprender mi método, observad el trabajo de Misha Chéjov.» Konstantín Stanislavski
Este volumen reúne dos textos autobiográficos de Mijaíl (Michael, en Estados Unidos) Chéjov que cubren su etapa rusa y europea, antes de que se instalara en Estados Unidos.
El camino del actor (1928) rememora su infancia y el descubrimiento de su pasión por el teatro, su formación en la Escuela Teatral Suvorin y sus primeros pasos en el teatro Mali y posteriormente en el Teatro del Arte de Moscú; entra de lleno en su alcoholismo y en sus desequilibrios nerviosos y, sobre todo, en su búsqueda de una nueva forma de actuar que deje atrás los estereotipos naturalistas.
Vida y encuentros (1945) se compone de una nutrida serie de recuerdos y anécdotas por los que desfilan personalidades como Stanislavski, Vajtángov, Sulerzhitski, Bieli o Max Reinhardt, de quienes ofrece tanto un retrato personal como una reflexión sobre sus técnicas y procesos creativos.
También aquí el empeño por encontrar un nuevo sistema -y una manera de enseñarlo- que permita al actor la «bifurcación de la conciencia», es decir, una forma de observar e interpretar el personaje desde fuera, lejos del recurso stanislavskiano a la «memoria afectiva», ocupa un lugar importantísimo. Tanto uno como otro texto son más que unas memorias: tienen una innegable utilidad en el ámbito de la pedagogía teatral.
PÁGINAS DEL LIBRO
Es difícil escribir la biografía de uno mismo a la edad de treinta y seis años, cuando la vida está lejos de acabar y muchas fuerzas espirituales apenas han comenzado su desarrollo, y aparecen en la conciencia como gérmenes, como semillas del futuro. Pero, si existe un conocimiento más o menos claro de esas cualidades espirituales que empiezan a brotar y si existe cierto conocimiento del rumbo que va a tomar el desarrollo, es más, si existe una voluntad de desarrollo en esa dirección, entonces se puede esbozar un cuadro de la vida que abarque no solo el pasado y el presente, sino el futuro ideal. Aunque este ideal no se haga realidad precisamente del modo en que uno lo espera, aunque así sea, en todo caso será el fiel retrato de lo que en el presente experimenta el alma que se ve a sí misma.
¡Hace unos cinco o seis años yo experimentaba una dolorosa vergüenza! No me podía soportar como actor, no me conformaba con el teatro (tal y como era en aquel entonces). Comprendía exacta y claramente qué era lo que aparecía justamente en el teatro y en el actor como deformidad y mentira.
Percibía el mundo del teatro como un colosal embuste organizado. El actor me parecía el criminal y tramposo más grande. Toda la vida teatral se me presentaba como una esfera de enormes dimensiones y justo en el centro de esta esfera se encendía, como una chispa, la mentira. La chispa se encendía en el momento en que la sala estaba llena de público y el escenario de actores. ¡Entre el escenario y la sala de espectadores se encendía la mentira! En esa colosal esfera de la vida teatral se llevaba a cabo un trabajo incesante, un trabajo intenso: libros sobre teatro, sobre el actor, sobre el director, «búsquedas», «experimentos», estudios, escuelas, conferencias, críticas, opiniones, debates, disputas, discusiones, acaloramientos, encantos y desencantos, soberbia, una gran soberbia y junto a ella el dinero, los cargos, la admiración, el miedo… edificios enormes dispersos por todo el territorio del país, plantillas en las que hay personas respetables, semirrespetables y nada respetables… ¡todo esto vive, se mueve, se agita, grita (grita muy fuerte)!, vuela impetuosamente de diferentes puntos de la periferia de la esfera hacia su centro, y allí ¡se resuelve en forma de llamarada, en chispa, en mentira!