
Ficha técnica
Título: El acompañante | Autor: Jonathan Ames | Editorial: Principal de los libros | Dimensiones: 15 x 23 rústica con solapas |ISBN: 978-84-939718-7-8 |Páginas: 384 | Precio: 21,50 euros
El acompañante
Jonathan Ames
No son gigolós, son caballeros
Os presento a Louis Ives: elegante, romántico y cautivador como un héroe de Scott Fitzgerald. Sólo que este héroe tiene un cierto fetiche con la ropa interior femenina y acaba de perder su trabajo en un colegio después de que lo pillaran en la sala de profesores llevando el sostén de una compañera.
También os presento a Henry Harrison: ex actor, dramaturgo sin éxito y acompañante de ancianas acaudaladas en Nueva York. Le gusta bailar solo mientras escucha los discos de Cole Porter, se cuela en los segundos actos de las óperas y el hecho de no tener un céntimo no le impide comportarse siempre como un auténtico caballero.
Henry se convertirá en el irascible mentor del joven Louis y, entre cócteles en el Upper East Side y delirantes embrollos, le enseñará el arte de acompañar en sociedad a damas de avanzada edad.
«Ames tiene lo que le faltaba a Fitzgerald: sentido del humor.» The New York Observer
«Un milagro. Que nadie se pierda esta novela.» Booklist
CAPÍTULO 1
EL SOSTÉN
Vine a Nueva York por dos razones: encontrarme conmigo mismo y comenzar una nueva vida. Aunque, para ser honestos, la verdadera razón era huir de un asunto turbio que ocurrió en la escuela Pretty Brook Country Day en Princeton, Nueva Jersey.
Durante cuatro años fui un respetado profesor de inglés en esa escuela, justo desde que me gradué en la universidad, pero un sostén se convirtió en mi ruina.
Me lo encontré un día en la desierta sala de profesores tras terminar las clases, a finales de la primavera de 1992. Un tirante blanco asomaba de la bolsa de deporte de una de mis compañeras, una tal señorita Jefferies. A quien, por cierto, encontraba atractiva aunque eso no es relevante en la historia. Ella era la entrenadora asistente de tenis y, en aquel momento, supuse que se había cambiado el sostén por otro más deportivo y que estaba fuera practicando con las chicas.
Cuando vi ese tirante colgando de la bolsa como una serpiente me inquieté pero decidí actuar de forma virtuosa e ignorarlo. Para demostrar mi entereza me senté en mi pequeño escritorio a corregir trabajos, que era para lo que estaba allí. Todos los profesores teníamos un pequeño escritorio en la sala para trabajar y después de corregir tres o cuatro ejercicios de gramática de séptimo grado, me olvidé por completo del sostén. Pero me entró sed y fui a la fuente a beber un poco. Sin darme cuenta, mis pies me llevaron justo al lado de la bolsa de deporte de la señorita Jefferies y ahí, como por arte de magia, se me enganchó el tirante en el dobladillo de los pantalones caqui y el sujetador apareció de la bolsa como si se tratara del pañuelo de un mago.
Sólo sentí un leve tirón, como un mordisco, vi una mancha blanca por el rabillo del ojo y cuando me di cuenta de que se trataba del sostén, mi primer impulso fue mirar hacia la puerta. ¡No venía nadie! Entonces miré el sostén. Observé el casi invisible estampado de flores en el material blanco, las generosas copas sólidamente forradas cuyas formas significaban mucho y los blancos cierres hechos para una bonita espalda.