
Ficha técnica
Título: Antes de que cante el gallo | Autor: Cesare Pavese | Traducción: Isabel Verdejo, Ester Quirós | Editorial: Pre-Textos |Recorridos: Pre-Textos Italianos | ISBN: 978-84-15576-78-5 | Páginas: 316 | Formato: 23 x 14 cm. | Encuadernación: Rústica | Género: Novela | Precio: 25,00 € | Publicación: 2013
Antes de que cante el gallo
En 1935, Cesare Pavese fue condenado a tres años de confinamiento en Brancaleone, un pueblo italiano de la región de Calabria. A raíz de esta experiencia nació la novela corta La cárcel, escrita entre 1938-1939, que Pavese publicó sólo cuando, en 1948, hubo escrito otra novela corta, de nuevo una historia de soledad individual frente a un esfuerzo histórico y civil: La casa en la colina, referida a las vivencias de los bombardeos de Turín y la ocupación alemana de Italia. Antes de que cante el gallo, título del volumen que en 1949 recogió ambas novelas cortas, marcó el momento de su madurez como escritor, siendo objeto de consenso por parte de la crítica literaria.
LA CÁRCEL
I
Stefano sabía que aquel pueblo no tenía nada de particular, y que la gente vivía allí el día a día, la tierra germinaba y el mar era el mar, como en cualquier playa. A Stefano el mar lo ponía contento: al verlo lo imaginaba como la cuarta pared de su celda, una inmensa pared de colores y frescor, en la cual podía penetrar y olvidarse de la prisión. Los primeros días hasta había llenado su pañuelo de guijarros y conchas. El comentario del subteniente, que hojeaba sus documentos, le había parecido muy humano:
-Es cierto. Siempre que usted sepa nadar.
Durante algunos días observó las chumberas y el descolorido horizonte marino como extrañas realidades que aunque fueran las invisibles paredes de una celda constituían su lado más natural. Aceptó sin esfuerzo desde el principio esa clausura del horizonte que es el confinamiento: para él, que acababa de salir de la cárcel, significaba la libertad. Además, sabía que en todas partes se cuecen habas, y las miradas curiosas y cautas de las personas le confirmaban su simpatía. Los primeros días sin embargo los campos áridos, la vegetación y un mar tan cambiante le resultaban extraños. Los veía y pensaba en ellos continuamente. Pero a medida que el recuerdo de la celda iba disolviéndose en el aire, también esas presencias fueron esfumándose.
Sintió que de nuevo lo acometía la tristeza precisamente en la playa un día en que, después de haber cruzado unas palabras con un joven que se secaba al sol, había alcanzado nadando el escollo que a diario le servía de boya.
-Son puebluchos -había dicho aquél-, todos se largan de aquí a lugares más civilizados. ¡Qué le vamos a hacer! A nosotros nos toca quedarnos.
Era un joven moreno y fuerte, un agente de la policía fiscal de Italia central. Tenía un marcado acento, lo que gustaba a Stefano; se veían de vez en cuando en la taberna.