Ficha técnica
Título: Acuario | Autor: David Vann | Traducción: LUIS MURILLO FORT | Editorial: Literatura Random House | Formato: Tapa blanda con solapa | Páginas: 224 | Medidas: 139 X 230 mm | ISBN: 9788439731849 | Fecha: nov/2016 | Precio: 18.90 euros | Ebook: 11,99 euros
Acuario
A sus doce años, Caitlin vive con su madre en una casa de protección oficial en las afueras de Seattle. Al salir del colegio, espera cada día a que la recojan en el acuario de la ciudad. En este universo apasionante y reluciente de criaturas marinas, Caitlin alimenta su imaginación y deposita todas sus ilusiones. Pero la rutina de estas tardes ante los tanques de peces se rompe el día que un anciano entabla conversación con ella y, poco a poco, se va ganando su confianza. Cuando la madre de Caitlin averigua de la existencia de este nuevo amigo, el frágil mundo que ha logrado construir junto a su hija se hace añicos.
Acuario nos habla de la herencia genética, de las heridas del pasado y de una infancia convulsa sometida a pruebas difíciles, a través de la historia de iniciación de una niña que tiene la capacidad de transformar el dolor que la rodea.
Críticas:
«Acuario representa un nuevo comienzo para Vann, un auténtico nuevo rumbo. […] Estamos ante una sensual y delicada historia de iniciación.» The New York Times Book Review
«Acuario se le lee como un cuento de hadas: una parábola en la que el imaginario subacuático es llevado al límite. Como en novelas anteriores del autor, la aparición súbita de la violencia provoca una ruptura en la narrativa, un «antes» y un «después» que te adentran en un territorio más oscuro.» The Guardian
«Vann ofrece una especie de cuento de hadas moderno trufado de traición, de sufrimiento y de pasado, el peor de los demonios a combatir. […] Las novelas deVannson retratos imponentes y despiadados de la vida americana, y este es otro extraordinario ejemplo de ello.» Kirkus Starred Review
«Una prosa elegante y una imaginación feroz. […] A ratos desgarradora, pero su belleza la propulsa hacia la redención.» Chicago Tribune
«Una turbulenta historia menos simple de lo que puede parecer a primera vista.» Esquire (UK)
[Fragmento del libro]
Era un pez tan feo que casi no parecía un pez. Una piedra de fría carne musgosa y con hierbajos, jaspeada de verde y blanco. Al principio no lo vi, pero luego pegué la cara al cristal intentando acercarme. Sepultado en aquella maleza inverosímil, gruesos labios en curva apuntando hacia abajo, la boca una mueca. Ojo como pequeña perla negra. Gruesa aleta caudal con motas oscuras, a franjas. Pero nada más que lo señalara como pez.
Mira que es feo.
Un viejo de repente a mi lado, su voz una sorpresa desagradable. Aquí nunca me hablaba nadie. Salas oscuras, humedad y calor, refugio contra la nevada.
Supongo, dije.
Esos huevos, los está protegiendo.
Y entonces vi los huevos. Creía que el pez estaba medio escondido detrás de una anémona de mar blanca, un amasijo de globitos de color blanco, pero me fijé bien y vi que no había ningún tallo, cada globo era independiente, los huevos parecían flotar juntos en el costado del pez feo.
Pejesapo tres manchas, dijo el hombre. No se sabe por qué el macho se encarga de los huevos. Quizá para protegerlos. O quizá para atraer a otros peces.
¿Dónde están las tres manchas?
El viejo se rió.
Bien dicho. Ese tiene más manchas que la mano de un viejo.
No miré. No quise verle la mano. Era muy viejo, quiero decir anciano. Setenta y pico o así, aunque no encorvado. Su aliento el de un viejo. Ahuequé las manos en el cristal y me aparté un poco, como si simplemente estuviera buscando un mejor ángulo de visión.
¿Cuántos años tienes?, me preguntó.
Doce.
Eres una niña muy guapa. ¿Cómo es que no estás con tus amigas o con tu madre?
Mi madre trabaja. Yo la espero aquí. Viene a buscarme a las cuatro y media o las cinco, según el tráfico.
Justo en ese momento el pez levantó ligeramente una aleta. Como dedos de un pie separándose de la roca, por debajo pálidos y blandos.
Nuestros brazos y nuestras piernas son aletas, dije. Fíjese en ese pez. Parece que se agarre a la roca con los dedos de los pies.
Caramba, dijo el viejo. Hemos cambiado tanto que ya no nos reconocemos.
Entonces sí le miré. Carne jaspeada como la del pez, pelo cayendo hacia un lado del mismo modo que la aleta superior del pejesapo se ahuecaba sobre los huevos. Una mueca en la boca, los labios apuntando al suelo. Ojillos hundidos en la carne fofa y arrugada, camuflaje, rehuyendo mirarme. Tenía miedo.
¿Por qué está aquí?, pregunté.
Quería ver esto. No me queda mucho tiempo.
Bueno, pues mire el pez conmigo.
Gracias.