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UNA CARTA CUBANA

Por 6 de agosto de 2007 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Si uno quiere informarse sobre lo que pasa en Cuba, sólo hay un sitio en la web: Cubanet. Verdadero portal de noticias que propone en varios idiomas noticias del gobierno cubano, de la prensa internacional y, extrañamente, de los periodistas independientes en Cuba. Uno de ellos, Luis Cino, fue mi sol de fin de semana al recopilar una supuesta carta que circula en La Habana.

Entender esta carta es como responder en un test a la pregunta: ¿Cuánto sabe Vd sobre la vida diaria en Cuba? Todo lo que aparece, la leche hasta los siete años, la vanguardia nacional, el nombre de los televisores, el papel del sindicato y de las organizaciones de masa en la atribución de productos, las referencias a los dibujos animados, las mesas redondas y las reflexiones del Comandante en Jefe, todo tiene raíces fuertes en el país del “sociolismo” caribeño. El humor también es de Cuba, por supuesto, y no debe nada a la Revolución.

Compañeros:

Provengo de una familia humilde, sin TV ni otro efecto eléctrico. Tuve lactancia materna pura hasta los 10 años porque no teníamos donde calentar la leche. Fue una ventaja, porque después que cumplí los siete años, ya no me daban leche.

Tenía 10 años de edad cuando mi padre resultó vanguardia nacional en la emulación socialista. Lo estimularon con una cocina de kerosén. La estuvimos utilizando durante más de 40 años, hasta que el Comandante nos otorgó las maravillosas hornillas eléctricas chinas.

Mi padre trabajaba las 24 horas del día por miedo a quedarse dormido para el trabajo, pues no tenía despertador.

Con ese ritmo de trabajo constante, volvió a salir vanguardia nacional y le vendieron por el sindicato un gallo muy puntual. Cantaba a las 3 de la mañana, y por tanto, mi padre siguió siendo el primero en llegar al trabajo. Acumuló suficientes méritos para obtener un radio soviético VEF-206 que alegró la vida de toda la familia. Lo celebramos comiéndonos el gallo.

Teníamos puesto todo el día Radio Reloj para saber la hora de irnos a trabajar o a la escuela.
A los 14 años, ingresé en los CDR (Comités de Defensa de la Revolución). Como cederistas, mi padre y yo donábamos 10 litros de sangre anuales y 500 horas de trabajo voluntario. El sindicato, para estimular a los trabajadores, verificaba en la cuadra su actitud ante las tareas de la revolución.

Así, cuando cumplí los 32 años logramos un TV Caribe a crédito y definitivamente pude conocer los muñequitos rusos y a Elpidio Valdés, aunque en blanco y negro.

El TV se rompía constantemente. Cuando al fin terminamos de pagarlo, ya estábamos en la cola para reposición y confeccionamos nuestra primera autobiografía. Nos explicaron que no era cosa de un día y que el proceso podía demorar años.

Mientras, debíamos utilizar la técnica del puñetazo para poder ver la televisión. Tengo dos fracturas de muñeca, trastornos visuales de todo tipo y una escoliosis pronunciada y agresiva como el imperialismo yankee, porque el aparato sólo se ve desde un lateral.

Gané el premio al mayor ahorrador de energía eléctrica al tratar de obtener mayor nitidez de la imagen en la oscuridad.

El único inconveniente fue que en una asamblea de análisis me plantearon la crítica constructiva de que permanecía muy encerrado todo el día y no me relacionaba con los demás compañeros del CDR. En mi autocrítica, me comprometí a disculparme ante el responsable de vigilancia del comité.

Seis años después, nos entregaron un monitor de computadora de 14 pulgadas, usado, para aprovecharlo como tubo de pantalla. Así nos mantenemos siguiendo atentamente las mesas redondas, cada tarde a las 6 y 30 y luego su retransmisión nocturna por el Canal Educativo, para fomentar nuestro espíritu revolucionario.

Además de leerlas en el Granma y coleccionarlas en tabloides, disfrutamos la lectura de las Reflexiones del Comandante a través de nuestro otro programa favorito, el Noticiero Nacional de Televisión.

Por todo lo anterior, queremos optar por un televisor Panda en colores. Será más bien para el disfrute de mis hijos y nietos. A estas alturas, yo me conformaré con los programas con servicio de sub-titulaje para débiles visuales e hipo acústicos.

Así, solicito sean tenidos en cuenta mis méritos políticos y trayectoria laboral en la próxima bronca sindical por los mencionados televisores. Quisiera que conste esta solicitud como la última voluntad de un moribundo. Luego de tanta generosidad, sé que la revolución, como de costumbre, no me fallará.

Revolucionariamente,

Humildo Sinná de Antaño.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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