Jean-François Fogel
Interesante la nota en el diario argentino Página 12 sobre una conferencia de la autora Liliana Heker: «Las formas de la traición en la literatura argentina». Cita casos, ejemplos, hasta modelos de traición. Es excelente. Y como voy releyendo a Respiración artificial, la novela de Ricardo Piglia, me atrevo a añadir un personaje: Enrique Ossorio, secretario de Juan Manuel de Rosas, el principal dirigente de la Confederación argentina. Ossorio habría podido ser un héroe, pero se sospecha que fue un traidor. Su exilio nutre gran parte de la novela de Piglia.
También falta La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig. Una vez oí a Guillermo Cabrera Infante contar cómo hacia parte de un jurado que premió la novela. «No había que leer el libro, explicaba el autor cubano con su impasible rostro chino, el título era tan bueno: bastaba para entregar el premio. Puig habría podido prescindir de escribir la novela».
Lo único equivocado en la conferencia que cuenta Página 12 es el adjetivo en el título: «argentina». La traición es el plato más común de la cocina humana internacional. Odette traiciona a Swann, en Proust, no por acostarse con otros amantes sino por salir de su condición de Odette y llegar a ser Mme. Verdurin y aun más al final de la Búsqueda del tiempo perdido. Traicionar es liberarse de sí mismo para asumir su futuro. Sarkozy traicionó a Chirac, recordaron los periodistas antes de su elección a la presidencia francesa. Sí, lo traicionó, tal como Chira traicionó a Giscard d’Estaing. Se trata del movimiento de la vida: estar a favor y estar en contra. La nota de Página 12 es excelente pero su ámbito es limitado. Lo que necesitamos es una «Introducción a la historia mundial de la traición» (lo escribo para traicionar a Borges).
(Otra traición, amplia, para los que leen el inglés: el pésame de la revista Rolling Stone a la muerte de la industria del disco: parece que el público, enamorado de la tecnología digital, traiciona a los artistas robando placer musical sin entregar plata).