Jean-François Fogel
1. Reunión ayer jueves en el ministerio francés de la cultura. Es una reunión breve. Por la ventana se ven los árboles desnudos de los jardines del Palais Royal. Se habla de manera concreta: fechas, horarios, entregas, etc. Es el principio del trabajo de un grupo de seis personas encargadas de una "misión de concertación, reflexión y proposición sobre el libro numérico". Respondiendo a una solicitud del presidente de la República, la ministra, Christine Albanel, necesita saber lo que será, en un futuro próximo, el impacto de la revolución digital sobre el sector de la edición y de la librería. Estoy encantado de ser una de las seis personas presentes. Y frustrado: pues no podré decir nada en este blog hasta la redacción final del informe. Al volver a mi despacho releo el famoso cartel de Beatrice Warde (tipógrafa muy de moda antes de la Segunda Guerra Mundial) que se colgaba en los talleres: "from this place words may fly abroad, not to perish on waves of sound, not to vary with the writer’s hand but fixed in time, having been verified in proof. Friend, you stand on sacred ground, this is a printing office" (desde este lugar las palabras pueden ir afuera, sin morir en las ondas sonoras, sin cambiar según la mano del que escribe, pues son palabras para siempre, corregidas en pruebas. Amigos, pisan un territorio sagrado, esto es un taller de imprenta). Apartar las palabras, texto e impreso es una revolución, la revolución del texto digital.
2. Ya el texto digital es más vivo que nunca en Francia. El País, o por lo menos sus periodistas, se apasionan por un supuesto mensaje SMS de seis palabras del presidente de la República a su ex-esposa, Cecilia. "Si tu reviens j’annule tout" (Si vuelves cancelo todo) habrá sido el texto mandado con un teléfono celular (móvil se le dice en ciertos países) en que el presidente se declaraba listo para cancelar su próxima boda con la ex-modelo y neo-cantante Carla Bruni en el caso de recuperar a Cecilia. Al publicar esta información, el sitio de la revista Le Nouvel Observateur inició una demanda para desmentirlo en justicia del presidente. Los responsables de la revista reconocieron su error, así como también el mítico Jean Daniel, fundador de la misma revista. Ahora la gran pregunta es: ¿Cómo se puede demostrar la veracidad de un texto fugitivo, circulando por las ondas y, cómo todo los textos digitales, listos para una modificación continua?