Jean-François Fogel
Blackbird es una revista literaria online. Una revista que se acerca a la literatura con más ideas que emociones. No soy un internauta regular en su sitio pero me habría equivocado si no hubiera hecho mi última visita. Publica un soneto inédito de Sylvia Plath. Nada menos.
Soy uno más entre los lectores de Plath: uno más que no sabe qué opinar de ella. Nadie sabe cómo entenderla ¿Fue su suicidio la prueba última de su fuerza o, al contrario, lo que sirve para comprobar su vulnerabilidad? Pero con relación a sus poemas, no hay duda: es una obra de primer orden. Abrir The Collected Poems es perder la sensación del tiempo. A veces, se me escapan citas por motivos excelentes: Brodksy, Auden, Gil de Biedma, García Lorca (el poeta de Nueva York), los poetas del siglo dieciséis en Francia, Rimbaud y Plath.
Me demoré años en comprar y abrir su novela The Bell Jar. Fui un tonto. Esperaba un milagro de una obra en prosa de una jovencita. Dejé el libro en una habitación de hotel, sin terminar mi lectura. Pero me parece que no se puede perder ni un poema de Plath. Y este soneto lo confirma.
El título es una palabra francesa: "ennui". Cuenta el aburrimiento de Daisy Buchanan, la mujer amada por Jay Gatsby en Gatsby el magnífico de Francis Scott Fitzgerald. La frase que provocó el poema, según la revista Blackbird es "I’ve been everywhere and seen everything and done everything" lo que se puede traducir por: no me queda nada por descubrir.
Nuestra suerte es que nos queda por descubrir el soneto de Plath. La revista prohíbe cualquier reproducción del texto. Pero nada me impide entregar el enlace para leerlo. La introducción al texto es excelente y, como siempre, me impresiona la técnica de Plath. Tenia cerca de 22 años y ya sabía todo del oficio. Hay un exceso de referencias literarias. Pecado de una jovencita. Pero, por favor, qué manera de moverse entre las emociones de Daisy y apuntar al vacío de su vida sin mancharla, con una especie de compasión.
Empieza burlándose de la gente que adivina el futuro al mirar las hojas de té que se quedan, a veces, en el fondo de una taza. Tengo a mi lado Reading Tea Leaves (Leyendo hojas de té) de un autor anónimo (editorial Pavilion, Londres 1995). No sé muy bien por qué pero acabo de dedicar media hora a comprobar la posible advertencia de un futuro suicidio en la lectura de las hojas de té. No aparece. El suicidio de Sylvia Plath queda, para mí, sin explicación: ella tampoco lo había leído en una taza vacía.