Jean-François Fogel
Murió Luis Aguilar León, un filósofo, académico y periodista de la primera generación del exilio cubano a EE.UU. Ludi o Ludy (se usaban las dos ortografías, segun el grado de asimilacion a la cultura norteamericana) era profeta. Su fama tiene que ver con dos textos cortitos que definían el futuro. Y hoy, todavía, basta leerlos para tener una formación acelerada en los dos tópicos fundamentales para entender a cuba: ¿Qué es la revolución cubana? ¿Qué es un cubano?
El primer texto es una columna, La hora de la unanimidad, su última columna como periodista en la isla, publicada el 13 de mayo de 1960 en el diario cubano Prensa Libre ve en el cierre del Diario de la marina por el gobierno revolucionario el prólogo de «la sólida e impenetrable unanimidad totalitaria». Es un texto de unos párrafos, pero queda en la historia cubana como la última defensa de la libertad de expresión publicada de manera oficial durante la revolución. Provocó a su vez el cierre de Prensa Libre en tres días y la huida del columnista hacia el exilio.
«Frente a la sana multiplicidad de opiniones», escribe Luis Aguilar León, «se prefiere la fórmula de un solo guía y una sola consigna, y una total obediencia. Así se llega a la unanimidad totalitaria. Y entonces ni los que han callado hallarán cobijo en su silencio. Porque la unanimidad totalitaria es peor que la censura. La censura nos obliga a callar nuestra verdad; la unanimidad nos fuerza a repetir la mentira de otros». No hay que quitar una coma a los que era una anticipación perfecta de los debates dentro de la revolucion cubana.
El segundo texto, hoy el más conocido, es un ensayo sobre la idiosincrasia cubana. Es El profeta habla a los Cubanos. Se publicó en 1986, es decir en la época de tropiezos económicos en Cuba (supresión de la merienda de la mañana en unas empresas, reducción en la oferta de transporte público, etc.) relacionados con las incertidumbres del suministro de la ayuda desde el campo socialista. En otras palabras: la revolución no daba síntomas de agotamiento sino de mero cansancio.
Desde el exilio, Luis Aguilar León no hacía un pronóstico sino un balance de fondo sobre el ser cubano, apuntando a la naturaleza contradictoria del ser cubano. «No intentéis conocerlos», advierte en su texto, «porque su alma vive en el mundo impenetrable del dualismo. Los cubanos beben de una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen con su música. Los cubanos toman en serio los chistes y hacen de todo lo serio un chiste. Y ellos mismos no se conocen».
No existe en la historia reciente cubana un texto que fuera más robado, citado, machacado tanto en la isla como afuera. Existe en forma de cuadros para poner en la pared o de mantel para una mesa. Pero no se trata de algo alegre, para nada, es el pronóstico más acertado sobre lo que va a occurir despues de la Revolución: «Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil, unirlos imposible».
Ludy es la estrella de un libro excelente que salió el año pasado en EE. UU.: The boys from Dolores, de Patrick Symmes (Pantheon Books). Es la historia de los 238 Cubanos retratados en la fotografía del Colegio de Dolores en 1941, una escuela jesuita en Santiago de Cuba. Entre Ellos figuran Fidel Castro Ruz, el dictador jubilado, y Ludy. Los dos hombres vivieron cinco años en el colegio de Dolores y cuatro anos más en la Universidad de la Habana. Su historia es la historia de la revolución cubana, la historia de una fractura, política, social, ideológica y por fin geográfica entre dos Cubanos. Como dice el profeta de Luis aguilar León: «Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo menos el aplauso de otro cubano».