Jean-François Fogel
Este artículo del Telegraph tiene como diez días; es muy inglés, pero trata de algo que me provoca. No consigo quitármelo de la cabeza. Se trata de una lista (otra lista) de los mejores (o ¿peores?) malos en la historia de la literatura. ¿Quién es el mejor (o peor, malo) en la literatura para un diario conservador inglés? Es el diablo en Paraíso perdido de Milton (es muy inglés, ya lo he dicho). Voldemort, el de los libros de Harry Potter ocupa la posición cinco. Como francés me siento desconcertado por la presencia de la marquesa de Merteuil, la de "las amistades peligrosas" de Choderlos de Laclos (este título español es una catástrofe se trata de un "enlace" amoroso no de una amistad). La pobre Merteuil ocupa la posición 29 en la lista de la infamia lo que es insoportable: ella es un combatiente en la guerra del amor y no hay guerra sin víctimas. Pero no se trata de esto sino del pobrísimo resultado.
El malo supremo, como dice la expresión común en español, es "el malo de la película". La literatura no puede competir con el cine en el momento de entregar un monolito negativo.
Darth Vader, este, sí, es un malo de verdad, un malo que lo tiene todo: la dimensión imperial y la maldad íntima de la persona que "sabe" que actúa en el lado oscuro de la fuerza. Lo que impide a la literatura llegar a este nivel es su exceso de matices. Demasiada información, una cercanía insoportable con el alma del héroe malo. Uno lee una biografía de Adolfo Hitler, un malo de verdad, y poco a poco, página tras página, percibe que se trata de un enfermo, de un ser lleno de obsesiones, de un psicópata atrevido caminando en el terreno de la historia. Al final existen explicaciones, y el malo Hitler no es tanto un malo sino las consecuencias de causas psicológicas y de creencias erróneas.
Hace años, cuando era reportero, entrevisté al novelista americano William Styron. Fue una entrevista no mucho después de la publicación de La decisión de Sophie. El libro había tenido un éxito tremendo y Styron me hablaba de su voluntad de acercarse al absolute evil (mal absoluto) al escribir su novela. Su éxito en este intento, me decía, fue probablemente la razón del éxito de su novela. Pero, me acuerdo muy bien, me decía también Styron, que el mal se parecía al viento. Es invisible, sólo se puede percibir sus efectos. Es lo que ayuda al cine: puede pintar un retrato grande de los efectos del mal, un apocalipsis en la pantalla. Un malo, es decir, un mero ser que es la causa del mal, no tiene tanta presencia en la literatura. Es lo que me parece equivocado en la lista del Telegraph. Su defecto no es ser demasiado inglés: es mirar a la literatura. Es un error. Pero no hay que olvidar que podemos encontrar algo peor que el mal en la literatura: el bien. Desde Dante Alighieri sabemos que el infierno sale mucho mejor que el paraíso.