Jean-François Fogel
No hay que entender el francés para mirar este vídeo del grupo editorial francés Editis (propiedad del grupo español Planeta). Se trata de una ficción técnico-literaria: la vida en los tiempos del libro numérico. Nueve minutos y veinte segundos es demasiado para contar la historia de una pareja (él es escritor y tiene una novela con el título espantoso de Poudre d’incandescence -polvo de incandescencia; ella tiene el insoportable comportamiento de la buena chica). Van de París, donde viven, a Bruges, en Bélgica, para pasar un fin de semana. Y leen, comen, se divierten y mandan recados a través del libro electrónico. Es una orgía de consumo de textos e imágenes virtuales.
El tema está muy de moda, pues hoy por la mañana se hará público el informe preparado por un comité para la ministra francesa de la cultura, Christine Albanel. He sido uno de los seis miembros del comité y ahora seré capaz de hablar de lo que he aprendido. Por el momento, veo como siempre que Pierre Assouline, en su blog la République des Livres, es una persona muy informada al momento de anticipar el contenido del informe.
Por el momento, me parece que el vídeo de Editis es una buena introducción al tema. Lo que me molesta es la dimensión universal de lo que lleva ella como él en el bolsillo. Se sueña con un soporte universal que lo hace todo y funciona en cualquier contexto. Existe por lo menos una hipótesis: la entrada del libro en todas las pantallas que utilizamos, teléfono, computadora, consola de juegos, etc. La historia del libro no tiene que ser la de la música con el triunfo del I-pod. Puede venir el libro electrónico sin la proliferación de un aparato único.