Jean-François Fogel
La cortita lista de los autores publicados en la Bibliothèque de la Pleiade durante su vida se alarga. A Paul Claudel, André Gide, Julien Gracq, Julien Green, Eugène Ionesco, Henry de Montherlant, Nathalie Sarraute, Saint-John Perse y Marguerite Yourcenar, habrá que añadir Claude Levi-Strauss. El antropólogo y pensador entrará el viernes 2 de mayo en el panteón de la edición francesa con un volumen que recopila siete libros suyos. 15.000 ejemplares y un título sin sabor: Oeuvres (obras).
El año 2008 es algo especial para Levi-Strauss, pues además de esta publicación cumplirá 100 años en el otoño. Dentro de las figuras del mundo intelectual francés, es un caso aparte. Un pensador que siguió su camino rechazando las posturas de compromisos políticos frente a los medios de comunicación, un científico que tiene a la vez una obra de terreno (basada en largas convivencias con poblaciones indígenas de la Amazona) y una obra teórica (para fundar la disciplina de la antropología estructural en un libro epónimo) y por fin el autor de un libro fenomenal, mezcla de confesión, de meditación filosófica y de ensayo de etnología: Tristes trópicos. Su primera frase es la mejora de todos los libros de viajes: "Odio a los viajes y a los exploradores". Lo que sigue es un puro milagro. Cuando se publicó, en 1955, el jurado del premio Goncourt hizo pública su lástima: al no ser una novela era imposible atribuirle el galardón más cotizado de las letras francesas.
La ternura triste del joven indio de la tribu nambikwara que se ve en la portada, con un palito en la nariz y otro en el labio superior, fue la imagen más reproducida dentro de la furia etnológica de los intelectuales franceses durante una época (más o menos a finales de los años 60 y durante los años 70). La idea muy cercana a la visión del salvaje de Rousseau como maestro de la relación entre naturaleza y cultura se combinaba muy bien con los tímidos ensayos de la ecología política y las obvias limitaciones de las teorías socio-políticas vinculadas al marxismo. Levi-Strauss estuvo muy de moda en los años 70 y principio de los 60, cuando se buscaba a un pensador más allá del terreno social. Sus libros de la serie Mitológicas ("de la miel a las cenizas", "lo crudo y lo cocido", etc.) era algo que había que leer tal como su ensayo sobre El pensamiento salvaje. Al final, se fue la moda, tal como se van todas las modas, y Levi-Strauss se quedó.
De todo lo que fue el estructuralismo en Francia, me parece que es él quien mejor aguanta el paso del tiempo. Por una razón sencilla: nunca llegó a cerrar por completo una teoría que no fuese estructuralismo estricto sino voluntad de entender cómo los mitos conviven en una sociedad. Es fascinante comprobarlo: paso mucho tiempo buscando en la red un buen resumen de lo que es la obra de Levi-Strauss; hay buenas notas en Wikipedia, hay cositas por aquí y por allá, pero al final Levi-Strauss no es el rehén de un sitio. Claro, hay que apagar la pantalla y abrir Tristes trópicos.