Jean-François Fogel
Era ineludible. En su obsesión por definir todo hasta lo más obvio, o en su uso sin límites de la demagogia, los diputados franceses llegaron a preguntarse sobre el preámbulo de la constitución. El texto, en su artículo uno, habla de igualdad, democracia, laicismo, niega la existencia del racismo y proclama la existencia de una organización descentralizada del país (doble mentira). Desde la Revolución francesa, la retórica política es un arte francés que rivaliza con la ficción. Pero ahora no se trata de esto sino del artículo dos o más bien de lo que dice de manera directa: "El idioma de la República es el francés" (la langue de la République est le français).
Esta frase es clave, pues habría sido posible hablar del francés como idioma oficial, lo que no impedía la existencia de otros idiomas. En Francia se hablan lenguas o dialectos en Bretaña, Alsacia, Córcega, Catalunya y se mantienen idiomas en el norte y la parte sur, lo que fue Occitana. Estos idiomas no molestan a nadie pero impiden mantener la idea de una república unificada de manera monolítica. Unos diputados decidieron proponer una revisión de la constitución para añadir una frase terrible en la definición de lo que es Francia en el artículo uno: "los idiomas regionales pertenecen a su patrimonio". Desde entonces, vivimos una lucha. Los diputados votaron a favor de esta propuesta de revisión de la constitución, el Senado acaba de pronunciarse en contra. Si ponemos a los idiomas, tenemos que poner también a los mejores platos de la cocina francesa en la constitución, llegaron a decir unos senadores, pues hacen parte del patrimonio.
El diario Le Monde se negó a tomar posición diciendo que no había que poner cosas obvias en la constitución, los miembros de la Academia francesa, unánimes, denuncian un ataque contra "la identidad" nacional (escandalizados todos por la idea de hablar de idiomas regionales en el artículo uno cuando el francés solo aparece en el dos), Pierre Assouline, en su blog La République des Livres, vuelve al siglo XVI para hacer entender la enorme apuesta de este asunto.
La verdad, lo que casi nadie dice, es lo siguiente. En 1992, para rechazar el continuo progreso del inglés en Francia, se hizo una reforma de la constitución hablando del "idioma de la República". Y desde entonces, pues la constitución es sagrada, tanto el Consejo constitucional (organismo de control del respeto a la constitución) como el Consejo de estado (organismo consultivo sobre la ley) dicen en privado a los responsables políticos: tocar a la posición suprema del francés es tocar a la constitución: no vamos a permitir una modificación. Así vivimos: el francés es el idioma de la República y el inglés es cada vez un poco más el idioma de los negocios y de la vida cultural, pero no peleamos a propósito de otros idiomas… (la imagen es el logo oficial de la República, con palabras en francés)