Jean-François Fogel
Con gran determinación y poco eco Francia se prepara al centenario de la entrada del escritor Émile Zola en el Panthéon de París. Fecha precisa: 4 de junio. Habrá un coloquio y una exposición.
Zola es uno de los cuatro mosqueteros de la novela francesa del siglo XIX. Con Balzac, Flaubert y Stendhal configura el cuarteto maravilloso de la literatura celebrado por Julien Gracq. Pero lo que ocurre en estos días en Francia no tiene nada que ver con la literatura. Es un acto político. Se celebra la entrada en el Panthéon, monumento dedicado a los grandes franceses, del autor del artículo J’accuse (Yo acuso) el 13 de enero 1998. Fue el momento sobresaliente en la polémica sobre Alfred Dreyfus, oficial judío acusado de traición. Zola, bestia negra de la derecha, del ejército y de la iglesia por su defensa del oficial, denunciaba un complot manipulado desde el nivel más alto del estado. La polémica, que ya tenía cuatro años, siguió por diez años más.
Zola es la figura del intelectual involucrado en la vida pública. No se cita a su nombre sin recordar su J’accuse que le costó una demanda en justicia. Lo único que se olvida es cómo Zola ceceaba. No podía pronunciar la letra "J" de manera correcta en francés. Su J’accuse salía como el grito de un pájaro. Es famoso por algo que supo escribir sin nunca ser capaz de decirlo correctamente.