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William Gaddis por Rodrigo Fresán

Por 3 de noviembre de 2011 Sin comentarios

Iván Thays

carátula de la versión portuguesa del libro
La publicación de Agape se paga de William Gaddis (Sexto Piso) trae al narrador experimental norteamericano otra vez al mercado español, en plena Era Franzen. El prólogo de Rodrigo Fresán para la edición pone las cosas en su sitio: ¿Quién era este narrador extraño, tan extraño que algunos creyeron que era el propio Thomas Pynchon, es decir el escritor fantasma de un fantasma? No tiene pierde el prólogo que edita Radar Libros en su última edición. Léanlo completo.
Aquí algunos fragmentos en desorden:

Se sabe que William Thomas Gaddis (Nueva York, 1922-Nueva York, 1998) era uno de esos escritores con fama de hombre difícil y ?como J.D. Salinger y Thomas Pynchon? una visible y encandiladora aura de invisibilidad. Lo cierto es que, en realidad, Gaddis no era alguien tan complicado o tan fantasmal ?hasta apareció como más o menos velado personaje de otros libros? e incluso se entregó a una de las inevitables e indispensables entrevistas con las que The Paris Review suele clavar a autores como si se trataran de mariposas para que podamos apreciar mejor sus muchos colores y tonalidades.
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En la entrevista, Gaddis explica ?casi se justifica? que ha decidido aparecer para poner y dejar en claro algunas cosas (como que, por ejemplo, JR no está influenciada por la voluntad entrópica de Thomas Pynchon sino por la de Nathanael West quien, en Miss Lonelyhearts, ?ya había bocetado la entropía con gracia en los años ?30?) y así, una vez realizado el trámite, poder regresar en paz y tranquilo a su vida de desaparecido.
Allí, Abádi-Nagy pone en juego y sobre la mesa el tema que persiguió a Gaddis a lo largo de toda su carrera ?la noción de lo complicado y lo complejo, de lo fácil y lo difícil? y pregunta: ?¿Escribe usted como escribe porque ésa es la manera más fácil para usted, o es que obras tan ?difíciles? de leer son igualmente ?difíciles? de crear??.
Allí, William Gaddis responde: ?Bueno, como he intentado dejar claro, si el trabajo no me resultara difícil, lo cierto es que me moriría de aburrimiento?.
Y a continuación, Abádi-Nagy le pregunta a William Gaddis si se siente ?un escritor experimental?. Y William Gaddis responde casi con las mismas palabras que respondió otro ?raro? norteamericano, William Burroughs, cuando una vez le preguntaron lo mismo: ?No. Yo pienso en lo ?experimental? como en algo que no funciona?. 
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¿Puede resucitar un fantasma? Y, de poder hacerlo, ¿es esto una redundancia, una paradoja, una contradicción o, simplemente, un milagro? En cualquier caso, los escritores, tarde o temprano, acaban convirtiéndose en los fantasmas de sus propios libros (que pasan a convertirse en máquinas/médium) y Gaddis ?escritor fantasma durante su vida y cada vez más vivo desde que dejó este mundo? volvió a manifestarse con dos libros póstumos.
El primero es esta breve y curiosa novela/diatriba sobre la historia del piano mecánico y la automatización del arte.
El segundo reunió su escasa obra periodística, discursos de agradecimiento a diversos premios, apreciaciones de la obra de Dostoievski y Bellow y, sí, un ensayo sobre las propiedades y peligros del piano mecánico. Se tituló The Rush for Second Place: Essays and Occasional Writings.
Uno y otro, en el momento de su publicación en inglés, despertaron una tan saludable como tóxica polémica entre los nuevos escritores americanos al volver a evaluar la contundente figura difusa de este escritor del que en algún momento se creyó que era un seudónimo de J.D. Salinger y al que en algún otro se le atribuyó el nombre de Thomas Pynchon como máscara detrás de la cual se escondía.
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Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador de Agape se paga ?según Gaddis, por fin concluida luego de tanto tiempo gracias al descubrimiento de Thomas Bernhard, ?un escritor divertidísimo??, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo lo ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas.
Y su novela ?en la que lleva trabajando años? se deshace en pedazos sueltos e inconexos.
Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador ?al recitador, en un casi delirio de agonizante? invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Angel y Tolstoi, para destilar una última pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ?ágape?: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrada por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos.
No lo consigue, claro.
Pero en el fracaso de Gibbs está el triunfo de Gaddis alertando desde el Más Allá sobre la música invisible pero cierta de la entropía.
Y eso es lo que en realidad es este pequeño inmenso libro: un tractat postrero y una última voluntad y un deseo final de que, al menos, intentemos comprender lo incomprensible. Y después veremos qué hacer al respecto.
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Como ya se apuntó, buena parte de las investigaciones de Gaddis fueron a parar a JR (las notas cronológicas para el año 1920 aparecen ?en forma manuscrita y a golpe de máquina de escribir? en la página 587). Y en las páginas 288-289 y 571-604, Gibbs lee directamente fragmentos del denso libro que está escribiendo.
Esta ?solución? ?el fantasma de un libro poseyendo el cuerpo de otro libro? pareció conformar a Gaddis, y en una carta de 1987 al crítico Gregory Comnes dice haber leído un libro ?The Counterfeiters: An Historical Comedy, de Hugh Kenner, publicado en 1968? muy parecido al que él se proponía y exclama: ?¡Maldita sea! Esto lo decide, el mío nunca se hará; aunque hay algo, un impulso, que todavía permanece y que me hacer recortar y guardar todo aquello que encuentro sobre mecanización y arte, y añadirlo a las provisiones que vengo acumulando desde hace treinta años?.
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Agape se paga ?disparo de partida, summa moribunda, pero vital? se publicó finalmente el 10 de octubre de 2002 en la editorial Viking, y la apreciación más disonante y estruendosa se dejó oír desde el teclado del ?joven? narrador norteamericano Jonathan Franzen.
Y tiene su gracia ?en la muy cult y cool The Salon.com Reader?s Guide to Contemporary Authors, (10) una guía en papel a partir de los contenidos de la prestigiosa revista virtual subtitulada ?Una subjetiva e irreverente mirada a los escritores más fascinantes de nuestro tiempo??: Jonathan Franzen y William Gaddis, ordenados alfabéticamente, aparecen juntos a la altura de las páginas 150-151. La entrada de Franzen ocupa media página (todavía no había publicado su consagratoria y para mí sobrevalorada Las correcciones) y la de Gaddis tiene página y media.
Dos años después eran ?contando la ilustración? once las páginas que Franzen le dedicaba a Gaddis en la edición de The New Yorker del 30 de septiembre de 2002. El título de su ensayo ya lo decía todo ??Mr. Difficult?? y el subtítulo insistía en la idea: ?William Gaddis y el problema de los libros difíciles de leer?.
Allí, en detalle, Franzen recordaba las dificultades y entusiasmos a la hora de leer The Recongnitions (apuntando percepciones válidas e inteligentes) para después analizar un tanto irresponsablemente el resto de la obra del autor hasta llegar a la inminente publicación en tándem de esta nouvelle y de los ensayos reunidos en The Rush for Second Place.
Allí, Franzen acaba abogando por los libros cultos y fáciles de leer y entretenidos, y lamentando las dificultades en las que se había metido ?para, según él, ya no salir nunca? uno de los héroes literarios de su juventud. Los argumentos que allí presenta Franzen son sencillos y hasta obvios, pero están profunda y extensamente expuestos. Son ideas fáciles sobre lo fácil e ideas dificultosas sobre lo difícil.
Al final, Franzen reconoce que leer a Gaddis le produce dolor de cabeza y que la visión de sus dos libros póstumos le recuerda las visitas a su padre enfermo de Alzheimer y recluido en un hospital geriátrico: ?A menos que seas un muy buen amigo, es mejor no ver a alguien sufriendo de ese modo?.
(?)
Y fueron muchos los que se sintieron violentados por las palabras de Franzen y fue el también ?joven? escritor Rick Moody quien se sintió obligado a organizar una suerte de homenaje/desagravio ?coincidiendo con el quinto aniversario de la muerte del autor? en el número 41 de la revista/libro Conjunctions, editada en 2003.
En esta publicación, bajo el encabezado ?William Gaddis: A Portfolio? se reunieron tributos especialmente escritos para la ocasión por Paul Auster y Siri Hustvedt, David Grubs, Russell Banks, Susan Cheever, Ben Marcus, Mary Caponegro, Steven Moore, Sven Birkerts, Robert Coover, Don DeLillo, Bradford Morrow, Joanna Scott, Cynthia Ozick, Maureen Howared, Jonathan Lethem (quien, inspiradamente, relaciona a Gaddis con el director de cine Stanley Kubrick y concluye que ?tal vez encontremos algún otro manuscrito de Gaddis enterrado en la Luna?), Edie Meidav, Joseph McElroy, Stewart O?Nan, Carter Scholz, David Shields, Christopher Sorrentino, Joseph Tabbi, William Gass y quien firma este prólogo.
Allí, en su breve introducción, Moody define a Gaddis ?no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente? y, refiriéndose al debate sobre Gaddis como escritor difícil, Moody prefiere recordar y advertir acerca de cuánto placer se encuentra y se ofrece en sus libros.
Y fue Moody quien también dijo ?en su reseña de Agape se paga? que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice.
Entenderlo a partir de la rítmica de sus palabras y el diseño de sus frases.
Como si fuera, sí, música.
Y recién entonces releerlo.
Parece difícil, pero no lo es.
Es complejo.
Bienvenido sea.
(?)
En su discurso de agradecimiento por el National Book Award a esta última novela, Gaddis decía: ?Uno siempre se arriesga cuando le pide algo a un lector, porque nunca sabe en qué manos caerá su libro, y éstos son los riesgos que corres?.
En JR, luego de describirle a Amy Joubert el libro que intenta escribir, un profundo tractat sobre el piano mecanizado y la onda expansiva de su música, Joubert comenta: ?¿Suena difícil, no??. Y Gibbs responde: ?Tan difícil como pueda serlo?.

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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