Iván Thays
Expolibro en Guayaquil
Leo un artículo de Leonardo Valencia sobre la pasada Expolibro de Guayaquil, y me espanto:
El Ministerio de Cultura de Ecuador decidió no apoyar a esta feria porque, en palabras de la Ministra, se ?dará a Guayaquil otra cita librera desde la visión y fortaleza del ministerio?. No hay que explicar demasiado lo que puede significar esa visión ?criterio de selección filtrados y omisión de voces críticas? y esa fortaleza ?el presupuesto y el funcionariado estatal?. Es decir, serán dos ferias. La suma, en este caso, no significa ganancia, sino resta. Resta porque, a pesar de los errores de Expolibro, se pierde un capital invertido en los años anteriores, desde 2006, cuando se lanzó esta feria que ha convocado a primeras figuras de la literatura latinoamericana. Resta también porque los criterios literarios de Guayaquil quedan marginados en aras de esa capacidad de concentración de la burocracia cultural desde el Gobierno.
Mi primera impresión es darle la razón a Leonardo. ¿Por qué una ciudad pequeña como Guayaquil necesita dos Ferias del Libro? ¿Por qué el Estado querría organizar su propia Feria, boicoteando de algún modo la iniciativa privada, en vez de aunar esfuerzos y hacer una misma Feria? Sin embargo, leo un poco más y me entero del verdadero estado de la cuestión. En este artículo se resume todo lo ocurrido, tomando la versión de ambas partes del asunto.
Conozco la Expolibro de Guayaquil y sé del esfuerzo que demanda hacerla y de las ganas que le ponen todos, empezando por el anfitrión Jaime Rull. También puedo decir que el Palacio de Cristal es un lugar perfecto para la Feria y que, como limeño que sufre nuestras ferias itinerantes, envidio. Sé también que es cierto que hay poco público en las actividades, un poco de desorganización en general y, sobre todo, la presencia de librerías y la oferta de libros es realmente muy pobre. No me tocó ver sepultureras vendiendo terrenos, ni tampoco libros piratas, aunque sí me sorprendió que en algunos stands vendían chucherías como agendas muy pasadas (una amiga me aclara que eran de 1998).
Para darle la razón a Leonardo (y antes de sospechar que la razón de no participar de la entidad ministerial es el tener una ?agenda propia? que excluye voces ?incómodas?) la Expolibro tiene que mejorar en esos aspectos concretos: comprometer a librerías y editoriales y conseguir que apuesten por la Expo o no tiene sentido hacerla; no aceptar, bajo ningún concepto (ni siquiera el de cubrir gastos), negocios que no tengan que ver directamente con el comercio de libros, pues para eso hay otras ferias; y, por supuesto, tomar medidas inmediatas y drásticas si descubren que se vende piratería, como quitarles el derecho de stand. De lo contrario, por muy buenas intenciones que tengan los organizadores, habrá que darle la razón al gobierno y aceptar que no tienen por qué apoyar una feria que no cumple las mínimas condiciones para ser calificada como Feria Internacional de Libro. Y por la buena onda que percibí de los organizadores, la Expolibro merece una nueva oportunidad.