Iván Thays
Aurora Bernárdez y Julio Cortázar
En el año 2,000 aparecieron tres tomos. Hoy son cinco los tomos y más de 1,000 cartas las que publica Alfaguara de Julio Cortázar. Una labor de hormiga que ha tenido presa a Aurora Bernárdez, su albacea, y a sus colaboradores. Además, se publican cinco cartas inéditas, a modo de ejemplo, para conocer el lenguaje íntimo del narrador argentino. Hay una especialmente interesante, dirigida a Juan Carlos Onetti.
Jorgelina Núñez comenta el epistolario en Revista Ñ:
La publicación en cinco volúmenes de la correspondencia del escritor en una edición corregida y aumentada en más de mil cartas respecto de la del año 2000 es una noticia tan feliz y nostálgica como el reencuentro con aquellas buenas cosas.
La recopilación traza un arco que se inicia en 1937, cuando Cortázar es un maestro normal que da clases en la provincia de Buenos Aires y se extiende hasta enero de 1984, pocos días antes de su muerte en París.
Es, desde todo punto de vista, un recorrido vital, la mejor biografía del escritor y probablemente su mejor novela, como bien lo señala Carles Alvarez Garriga en el texto preliminar. Las cartas ponen de manifiesto ?la formidable coherencia entre vida y obra, la absoluta falta de astucias o de renuncios, su gran disponibilidad?.
Casi cincuenta años en los que no hay un mes en el que no le haya escrito a alguno de los muchísimos y variados destinatarios. Pero, ¿quiénes son los destinatarios? Todos aquellos a quienes Cortázar necesita dirigirse de manera perentoria, ya sea por cuestiones de amistad y cariño, lo que sucede la mayoría de las veces (un lugar privilegiado ocupan la familia Jonquières y el excéntrico Fredi Guthmann, con quienes el contacto epistolar se extiende durante décadas) o porque precisa comentar trabajos ajenos, responder las solicitudes de los estudiosos de su obra y compartir intereses con otros escritores (la lista, en este sentido, es larga y comprende, entre muchos otros, a José Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Roberto Juarroz, Guillermo Cabrera Infante, Victoria Ocampo, José Bianco, Alejandra Pizarnik). En mayor o menor medida, todos son tratados como amigos con una generosidad que no sólo se manifiesta en la palabra siempre amable y divertida sino también en la extensión que les dedica. Cuando se piensa en las 3.000 páginas que llena esta correspondencia no se puede menos que reparar en la fatiga de redactarlas lejos de las facilidades de la escritura electrónica. ¡Y sin enmiendas! La fluidez, la elegancia y el ingenio revelan que las cartas son la continuación de su literatura por otros medios.
Cortázar desarrolló su carrera como escritor cuando la figura del agente literario todavía no tenía suficiente peso. En este sentido, lo vemos afanarse en dos instancias que le resultaban igualmente importantes: el cuidado extremo en las ediciones y traducciones, y la necesidad de obtener un rédito económico que le permitiera vivir de la literatura. La correspondencia muestra hasta qué punto esto último le resultó difícil, de hecho no fue hasta bastante consolidado su prestigio cuando pudo renunciar a su cargo de traductor en la UNESCO. Con Francisco ?Paco? Porrúa, su editor en Sudamericana, mantiene una lealtad inquebrantable pero no deja de establecer pautas y proponer cómo deben negociarse los derechos de sus libros en el extranjero. Paul Blackburn, su traductor al inglés, fue un compañero entrañable de tareas y un destinatario insoslayable. No puede decirse lo mismo de Edith Aron, la mujer que presumiblemente inspiró a la Maga de Rayuela y con quien Cortázar terminó la relación luego de la pésima traducción de su obra que ella hizo al alemán.
En las épocas de su compromiso con las revoluciones cubana y nicaragüense, pide información, ofrece colaboraciones, establece contactos, intercede en favor de distintas causas. Pero es en el territorio de lo doméstico donde la proximidad se instala de manera definitiva reforzada por el humor constante. A Aurora Bernárdez, su primera mujer, le cuenta situaciones desopilantes relativas a su torpeza y rasgos escasísimos de maledicencia. Será ella, desde siempre y para siempre, la encargada de velar por su intimidad, su memoria y sus papeles. La testigo omnipresente incluso cuando otras mujeres ocuparon su lugar. Quizá por eso, esta edición a su cuidado transmite el gesto delicado, el más perdurable, el del amor que sobrevive al amor.