Iván Thays
John Wray y carátula de su novela
¿Qué es lo primero que me voy a comprar en la FIL Lima 2010? Por recomendación expresa, y muy entusiasta, de Edmundo Paz Soldán (quien está en Lima dictando un curso en el CCPUCP), apenas pague mis dos soles iré directamente al stand de Océano en la FIL y conseguiré Lowboy, la novela de John Wray, traducida por Anagrama.
Me asegura Edmundo que no estamos ante otro Holden Caufeld. Ojalá, por dios. Con uno es suficiente.
Esta reseña de Jordi Coraminas i Julia apareció en La Revista de Letras.
A mediados de los años noventa se puso de moda lo alternativo, término multiusos con muchos cajones. Macaulay Culkin y Kids, bandas musicales de vida efímera y filmes de bajo coste que centraban su mirada en adolescentes desamparados, víctimas de las drogas y la incomprensión paterna. Sexo, drogas y rock and roll. El tema se nutría a nivel narrativo de varios ingredientes que pasaron a formar parte del largo elenco de tópicos cansinos que tanto gustan a los medios de comunicación y a los jurados de los festivales. Chicos con problemas mentales, no lugares y una resolución familiar si se daba el happy end o un final dramático y de impacto en caso de querer ser radical a ultranza.
Mientras escribo este artículo tengo ?in mente? Juno, hermoso y divertido filme que quizá fue el epígono de esta tendencia en el séptimo arte. El lector habrá pensado otros ejemplos de este fenómeno cultural de rápida asimilación y fácil olvido, ideal para charlar en los bares e impresionar al amigo que no está a la última, víctima propiciatoria de egos demasiado resabiados, conformistas posmodernos que por seguir la tendencia creen atesorar cultura.
Lo alternativo sigue siendo efectivo y sobrevive bajo su capa indie pese a ser Mainstream de la A a la Z, a la acera verdadera pim pom fuera, la vaca lechera. Mi crítica a su estatus no implica un desdén absoluto, pues en la homologación también hallamos propuestas de cierta calidad. Lowboy, tercera novela del neoyorkino John Wray, es un artefacto notable por la sagacidad que demuestra su autor en el arte de la escritura. A veces tener tablas y demostrarlas en trescientas páginas no es suficiente para pasar el examen.
Una de las premisas de toda obra alternativa es jugar con los géneros para intentar crear una forma nueva que sorprenda y nos haga ver cuan inteligente es el narrador. Wray lo es, pero todo lo que expone está mascado, es un chicle pudriéndose en el pupitre de cualquier instituto occidental.