Iván Thays
Janet Malcolm
No creo que exista un libro de crítica más agudo, y al mismo tiempo mejor escrito, sobre Anton Chejov que el que le dedicó la reportera de The New York Times Janet Malcolm. Y otros autores, como Sylvia Plath, han sido beneficiados por su inteligencia. Ahora, Debate anuncia un nuevo libro suyo, Ifigenia en Forests Hills y El País adelanta las primeras páginas. Imprescindible.
Dice además:
En este caso, el asunto abordado es el juicio por asesinato en la cerrada comunidad de judíos bujaríes en Forest Hills, en el distrito neoyorquino de Queens. El muerto es un hombre llamado Daniel Malakov. Y la acusada, casi convicta antes de comenzar el proceso, es su exmujer, la joven doctora Mazoltuv Borukhova, sospechosa de contratar a un asesino para acabar con su Malakov, en presencia de la hija de ambos.
Es la vuelta de Malcolm, veinte años después, al tema judicial, el caso MacDonald contra McGinniss que nutrió el que acaso sea su mejor libro, El periodista y el asesino (Gedisa), elegido entre los 100 mejores títulos de no ficción del siglo XX por la Modern Library, una historia que le dio fama, en parte, por la antológica frase que lo abre: ?Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible?. La reportera se vio presa de aquella reflexión que aún le persigue y que convirtió a Malcolm en una controvertida figura siempre dispuesta a desenmascarar los vicios de la profesión.
Entre un tribunal y otro, la escritora se ha dedicado a algo que hace insuperablemente: el reportaje de largo aliento sobre asuntos más o menos culturales: la relación entre Ted Hughes y Sylvia Plath (La mujer en silencio, Gedisa); la literatura de Chéjov (Leyendo a Chéjov, Alba); la peripecia de Gertrude Stein y Alice B. Toklas (Dos vidas, Lumen) o el enrarecido mundo de los ortodoxos del psicoanálisis (En los archivos de Freud, Alba). Este último y brillantísimo ensayo le valió a Malcolm sentarse en el banquillo de los acusados cuando Jeffrey D. Masson la acusó por libelo en un proceso que terminó en el Tribunal Supremo de EE UU en 1994 y obtuvo resonancia nacional.
De ahí que esta Ifigenia en Forest Hills, con título de resonancias mitológicas, resulte un añadido tan excepcional a la muy excepcional obra de Malcolm. El caso contra Borukhova, al que fue enviada por la revista New Yorker, sirve a la reportera de punto de partida para otro de sus ajustes de cuentas: con el periodismo hecho a la ligera, con las falacias del sistema penal estadounidense y, finalmente, consigo misma.