Iván Thays
Félix Bruzzone
Una de mis decepciones de esta visita a Montevideo es el descubrir que, pese a estar a dos horas en buquebus y 65 dólares en avión, la distancia entre Montevideo y Buenos Aires es tan grande como la de que puede existir con cualquier otro país. Las ediciones argentinas no llegan acá tan rápido no tan abundante como deberían llegar (y las uruguayas, me imagino, demoran también). Por ejemplo, parece imposible encontrar el último libro de Félix Bruzzone, Barrefondo, que esperaba leer.
(PD.- Acaban de decirme que quizá en la librería Yenni uruguaya la vendan, dejo esto y me voy para allá)
Tendré que esperar algunos años para leerlo, supongo. El sistema no funciona. Me conformaré por ahora con la reseña de Daniel Gigena en el ADN Cultura:
Amplificación del cuento homónimo publicado en 2007 en la antología de relatos En celo , la segunda novela de Félix Bruzzone (Buenos Aires, 1976) sustituye el erotismo por la intriga. Falso policial (o parapolicial, en este caso), retrato de una vida arruinada (o casi), juego autorreferencial (el autor comparte oficio con el protagonista), picaresca suburbana y pesadilla a la manera de El proceso kafkiano, Barrefondo es un texto híbrido, difícil de clasificar y desigual. La acción transcurre en un territorio frecuentado por varios narradores literarios y cinematográficos contemporáneos: el conurbano bonaerense; Ángela Pradelli, Pablo Trapero, Juan Diego Incardona, Leandro Oyola, Raúl Perrone, Sergio Olguín presentaron variantes más o menos infelices de la vida en el Gran Buenos Aires. Bruzzone había aportado a ese conjunto diverso el delirio de sus tramas y la incorrección política, unida a la entrada en escena de un nuevo personaje en la literatura argentina: el hijo de desaparecidos.
Así como en algunos cuentos de 76 y en Los topos las historias transcurrían en Moreno, la de Tavo, el protagonista de Barrefondo , avanza entre Don Torcuato y Campo de Mayo, un universo irregular conformado por barrios cerrados, villas miseria, clubes de rugby, basurales a cielo abierto, la ruta 202 y un ex centro de detención del Ejército argentino.
Llegado del campo, Tavo trabaja como parrillero y delivery hasta que el Rey de Reyes, un contratista de la zona, le ofrece la oportunidad de convertirse en piletero. El calor lo trastorna un poco, lo hace dialogar imaginariamente con Yuyo, un ex compañero de trabajo e inventor de palabras que a Tavo se le quedaron ?pegadas a la lengua como chicles en la ojota?. Una y otra vez, se cuenta su biografía de semihuérfano al cuidado de su abuelo (como en los textos anteriores, aquí también las fantasías sobre la identidad y el origen familiar dejan su impronta), reconstruye su matrimonio con Gaby y el accidente que paralizó a Joan, su hijo; alucina pájaros, puntos negros, bichos, manchones de aceite en el cielo, ¿también disparos?, mientras limpia las piletas de casas donde abundan las adolescentes provocativas y las cuarentonas infieles (resabio sexista del cuento de 2007).
Una tarde cree ser testigo de un crimen, y de ahí en adelante una corriente de paranoia toma las riendas del relato. Bandas que asaltan countries ; comisarías paralelas que, según sople el viento, protegen o persiguen a los delincuentes; un suegro ex policía enriquecido gracias a la seguridad privada e incluso Andrés Thea, un poeta ?justiciero? (eufemismo para designar a cierta clase de psicópata), degradan a Tavo, lo utilizan de informante, lo amenazan, lo muelen a golpes, lo sodomizan y, finalmente, le dan la posibilidad de rescatarse.
La inclusión de los poemas ?acuáticos? de Thea, que impregnan el relato de una irrealidad similar a la de las tribulaciones del protagonista y la irrupción, en la voz del protagonista, de una lengua ajena, de segunda mano, heredada de Yuyo, restituyen a la escritura de Bruzzone un gesto de experimentación lúdica en medio de un drama proletario. Algo fallida, esa jerga privada en donde los otros pueden ser ?palo-loco-palo? o ?pamelos?, o un piletero alguien ?caramelo-caramelo?, intenta fortalecer a un personaje inestable, líquido y cambiante por medio de la singularidad de su voz. Sin embargo, es cierto que, como razona Tavo, ?no se puede arriesgar y al mismo tiempo tomar precauciones?.