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Charles Simic en castellano

Por 3 de enero de 2011 Sin comentarios

Iván Thays

Charles Simic
Guillermo Saccomanno hace una reseña de uno de mis poetas contemporáneos favoritos, el norteamericano (nacido en Serbia) Charles Simic. La nota aparece en Radar Libros y es a raíz de la publicación en castellano de una antología: La voz a las tres de la madrugada, editada por DVD Ediciones. 
Dice Saccomanno:

Si hay un poeta contemporáneo que no se manda la parte con el dolor padecido, y es tal vez uno de los más geniales en lengua inglesa contemporánea, ese es el serbio Simic: ?El humor del siglo XX es ontológico. Es una interrupción permanente, una visión del mundo y una filosofía de vida. El mundo es una comedia para quienes piensan y una tragedia para quienes sienten. Considerando lo que nosotros, los que escribimos, hacemos, no se puede excluir una de las dos: ni la comedia ni la tragedia?. La biografía de Simic incluye datos cómicos y trágicos ?como la vida misma? y puede confirmarse al leerlo que, con el mismo talante que descree de los absolutos, desconfía de la solemnidad del ser poeta. Hay algo del gesto desprejuiciado de su compatriota Kusturica en su temperamento, pero con menos cornetas, más sutil y reflexivo. ?Cada uno lleva a la espalda/ su carga de hechos trágicos, exactamente igual que en la tragedia, según el preciso sentido que los griegos/ pensaron de un modo, sin embargo, imposible/ de representar hoy en día?. La suya, pletórica de ironía, con una amargura que, sin ser perdonavidas, aspira a la comprensión de la comedia humana, es una poesía que tiene poco que ver con la de sus contemporáneos atribulados por cuestiones metafísicas. Es que la poesía de Simic conjuga tanto el exterminio como la ternura, el vino como el orgasmo, y es en esta alternancia donde se vuelve radicalmente vital.
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Fracasado como pintor, comprobando que carecía de las dotes necesarias, probó en su poesía la búsqueda que Cornell, el artista pionero del surrealismo norteamericano, siguiendo a Duchamp, perseguía con sus cajas en las que incorporaba toda clase de objetos. Desde los más insignificantes y descartables hasta aquellos que podían ser valiosos ya no por su precio sino por el valor íntimo, personal. En esta fascinación por el arte de Cornell, Simic llegaría a escribir un ensayo en prosa poética sobre éste, Alquimia de tendejón, refiriéndose a esos negocitos que venden baratijas decorativas, nimiedades ornamentales, souvenirs y otras kitschadas que tanto tienen que ver con una estética de todo por dos pesos. Desde esta perspectiva, Simic empieza a darle importancia en su poesía a los objetos menos prestigiosos (sábanas sucias, chatarra, persianas, electrodomésticos), al paisaje (hoteluchos, callejones, rutas, hospitales), a sus habitantes (hombres sándwich, pordioseros, locos sueltos) y su poesía se torna de esta forma, en estrofas en superficie desconectadas, como una caja de Cornell, en la alquimia de un objeto que se presenta con gratuidad inocente y otro que, no tanto, evoca una sensación que puede provenir de un hecho que integra el propio pathos. Entonces cada uno de sus poemas puede ser leído como una caja en la que se ensamblan objetos, seres y experiencias y en su conjunción en apariencia anárquica cobran un sentido coherente donde lo real es una historia que circula subterránea, secreta y no tanto.
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A Simic no le inquieta, como a Beckett, la cuestión de ser un extraterritorial. Siendo serbio, se siente estadounidense por elección: toda su obra poética la escribe en inglés. Su lengua natural, en la que se mueve como un prestidigitador, es la de adopción, la de la ciudad colmena y enjambre caótico que eligió para vivir, Nueva York, y sin la que no puede escribir una línea, porque si algo destilan los poemas de Simic es su filiación en lo urbano, tanto callejero como doméstico, humanizado en sus esplendores y miserias. ?Diez mil Fords están aquí ociosos en busca/ de una tradición?, había escrito unos años antes el poseído Robert Lowell, extraviado en internaciones psiquiátricas y con intenciones poéticas que serían complementarias en Simic. Escribe Simic: ?Millones de habitaciones vacías con las televisiones encendidas./ Yo no estaba allí pero podía verlo todo?. Su notable traductor Martín López Vega ha seleccionado algunos pensamientos, aforismos y chispazos que describen su perspectiva de Estados Unidos: ?El Sueño Americano consiste en ganar mucho dinero sin dejar de ser visto como una víctima?. ?Somos la envidia del mundo. Todos nuestros demonios van a misa los domingos?. ?Nueva York es un lugar demasiado complejo como para tener sólo un ángel y un demonio?. Asimismo Simic denuncia en sus versos: ?Murieron millones de personas: todo el mundo era inocente. / Yo me quedé en mi cuarto. El Presidente / hablaba de la guerra como de una mágica poción amorosa?. Sin embargo, Simic descree de la poesía comprometida: ?El poeta simplemente reacciona frente al mundo y el mundo es un lugar desagradable para vivir. Incluso en los Estados Unidos. Pensemos en lo pobladas que están las prisiones, donde los negros y los latinos son mayoría, una cantidad superior que en otras partes del mundo. Todo esto deviene inexorablemente en poesía, pero no tiene por qué ser un programa político o didactismo?. Para Simic la denuncia, expresión de la tragedia, no impide, como dije, el paso de comedia. Y este es el lugar donde en un larguísimo poema, ?Hablándole al techo?, le rinde un homenaje de ritmo interruptus con humor lunático al insomnio: ?¡La verdad desnuda, tendrías que haber visto sus tetas!?. O bien: ?El cerebro del insomne es un tren de juguete?. Y en este clima, sumido en la desesperación, se pregunta: ?¿Acaso he sido nombrado vendedor oficial de fósforos de la oscura noche del alma??. A la vez: ?El siglo huracanado da vueltas en mi cama?. O: ?Le gruñí al espejo hasta que me dio la espalda?. Por qué no, en este trance de iluminaciones insomnes: ?Altas horas de la noche. San Juan de la Cruz/ Y Blaise Pascal, canas en un auto patrullero?. Y cerrando: ?La tinta del infinito se me ha derramado encima/ y me ha dejado unas manchas enormes?. Y ya casi en el final de esta serie de relampagueos, concluye: ?Sólo soy un pobre muchacho que está lejos de casa?.
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Si un don tiene la antología La voz a las tres de la madrugada es que, exceptuando unos escasos galicismos, permite seguir la evolución de Simic en lo que va desde 1986 hasta 2001. Y en este proceso, lo que puede advertirse con precaución meditativa, es que su composición empieza a inclinarse a una conclusión sobre el mundo en la que tragedia y comedia se funden en un armisticio que apunta ya no a la salvación del alma sino a una mirada retrospectiva y agradecida que se dispone, a cierta edad, a enfrentar el pasaje al otro lado: la muerte. Por qué no la convicción de que, al modo Vallejo, cada día puede gustarte menos la vida pero siempre es hermoso vivirla. Simic escribe así ?Fines de septiembre? ?y vale la pena reproducir el poema entero?: ?El camión de correo recorre el litoral/ transportando una única carga./ Al final de un largo muelle/ una gaviota aburrida mueve las patas de vez en cuando/ y se olvida de anotarlo. Hay una amenaza en el aire/ de tragedias a punto de producirse.// La noche pasada te pareció oír la televisión /en la casa de al lado. / Estabas seguro de que relataban/ algún nuevo horror,/ así que saliste a averiguarlo./ Descalzo, en pantalones cortos./ Era tan sólo el mar exhausto/ después de tantas vidas perdidas/ intentando salir corriendo hacia algún sitio/ sin haber llegado jamás a ningún lado.// Esta mañana parecía domingo./ El cielo cumplió su parte/ no proyectando ninguna sombra sobre el muelle de madera/ ni sobre los chalets alineados,/ y entre ellos se ocultaba una pequeña iglesia/ con una docena de tumbas grises apiñadas/ como si ellas también tuvieran escalofríos?.
Pero, atención, por más conmovido que un lector que se precie de sensible pueda encontrarse, nada que hacer, Simic no se toma en serio del todo el asunto: ?Soy un filósofo medieval en el exilio?, anota. Y como para cerrar: ?Rezarás a Dios pero él habrá colgado el cartel de ?No molestar?/ No me preguntes más, esto es cuanto sé?.

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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