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Ficha técnica

Título: Recuerdos de un alemán en París 1940-1944. La censura literaria nazi | Autor: Gerhard Heller | Prólogo: Fernando Castillo | Traducción: Juan Carlos Durán | Editorial: Fórcola | Colección: Siglo XX | Páginas: 242  | Formato: 13 x 21 cm. | ISBN: 978-84-15174-39-4 | Precio: 21,50 euros | Ebook: 9,99 euros

Recuerdos de un alemán en París 1940-1944

FÓRCOLA

Casi un desconocido hasta la publicación en Francia de Recuerdos de un alemán en París 1940-1944, allá por los años ochenta del siglo pasado -y ahora por primera vez en castellano-, Gerhard Heller (1909-1982) era un alto y desgarbado oficial alemán de aspecto poco marcial, Sonderführer adscrito a los servicios de la Propaganda-Staffel de la capital francesa, teniente responsable entre 1940 y 1944 de la censura literaria y editorial, así como de labores de carácter informativo y propagandístico encaminadas a fomentar la colaboración de editores y escritores con las nuevas autoridades nazis, y su comportamiento durante aquellos años fue, desde luego, controvertido.

En un complicado juego entre el ejército y el partido, entre militares y civiles, no exento de roces y percances, Gerhard Heller narra en su diario cómo se integró rápidamente en la vida cultural de la capital parisina. Entre sus recuerdos destacan las relaciones que mantuvo con editores como Gaston Gallimard, Bernard Grasset o Robert Denoël; con personajes singulares del mundo cultural como la millonaria Florence Gould, y con artistas como Picasso o Braque. Pero por encima de todo Heller estuvo en contacto con una serie de escritores tan distintos como Pierre Drieu La Rochelle, Jean Paulhan, Marcel Jouhandeau, François Mauriac, Jacques Chardonne, Paul Léautaud, Jean Cocteau, Abel Bonnard, Louis-Ferdinand Céline, Robert Brasillach, Paul Morand, Pierre Benoit, Ramon Fernandez, Alfred Fabre-Luce, Bernard Groethuysen, André Fraigneau o Jean Giraudoux, e incluso con los militares alemanes más o menos críticos con el nazismo y sobre todo con Hitler, como su muy admirado amigo Ernst Jünger.

«La obra de Gerhard Heller no deja de ser un fresco de primera mano, el testimonio de un protagonista de los acontecimientos de una época y de un lugar -el París de la Segunda Guerra Mundial- que sigue atrayendo la atención de quienes se interesan por la literatura y la historia.

PREFACIO

Cuando desde Éditions du Seuil me pidieron que ayudase a Gerhard Heller a reunir en un libro sus recuerdos de la ocupación en Francia, no me era del todo  desconocido.  Ya  en  la  biografía  de Camus, escrita  por Lottman; la  de  Drieu, por Grover y  Andreu;  la  de  Mauriac, por Lacouture o en los Diarios de Ernst Jünger y de Paul Léautaud me había encontrado con el personaje y me había intrigado.

¿Quién era pues ese teniente Gerhard Heller, Sonderführer de la Propaganda- Staffel, sita en el número 52 de la avenida de los Campos Elíseos -desde noviembre de 1940 hasta julio de 1942, y después desde esa fecha hasta agosto de 1944-, agregado a los servicios literarios de la Embajada de Alemania? ¿Qué recuerdos había conservado de sus años de ocupación en París en los que su trabajo de censor de la literatura le había llevado a conocer a los principales escritores de entonces y a convertirse en amigo de algunos de ellos?

Así pues nos conocimos en su casa de Baden-Baden, donde vive con su mujer Marie-Louise desde el final de la guerra. Ese hombre que, durante sus cuatro años en París, leyó, como censor y consejero de escritores y editores franceses, alrededor de ochocientos libros de nuestra literatura, continúa viviendo en una casa llena de libros de todas las literaturas europeas, de los que un buen número ha sido traducido o editado por él.

Juntos remontamos el curso del tiempo hacia esos años tan sombríos para nosotros los franceses pero en los que, para él, hubo mucha luz y amistad unidas al horror y a la angustia.

«Tuve mucha suerte -me dijo- de vivir esos años de guerra en París y con esa misión.» Esa suerte fue también la de los escritores y editores franceses, que encontraron en Gerhard Heller al más comprensivo y amistoso de los interlocutores. Esa comprensión y esa amistad las encontré yo mismo durante las largas horas que pasamos juntos, escuchándonos e interrogándonos mutuamente. Tanto que, a veces, nos era difícil distinguir en nuestro trabajo la aportación de cada uno de nosotros.

Por  esa  razón,  el  «yo»  que  se  emplea  en  este  libro  es  fruto  de  nuestra colaboración; incluso si la voz que habla es, por supuesto y por encima de todo, la de un alemán que ama Francia y a los franceses: nuestro amigo Gerhard Heller.

Jean Grand

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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