
Ficha técnica
La insurrección invisible de un millón de mentes
Alexander Trocchi
Trasladado a París desde 1952, Trocchi frecuentó los ambientes del existencialismo, participando en la edición de la famosa revista Merlin, en la que colaboraban autores como Samuel Beckett, Jean Genet, Jean-Paul Sartre y Henry Miller. Fue allí donde se hizo amigo íntimo de Guy Debord, que había quedado fascinado por la idea desplegada por Trocchi en su texto La insurrección invisible de un millón de mentes, acerca de un gran ejército en estado de incubación, aunque latente y dispuesto al ataque, perfeccionando el definitivo asalto a la sociedad de clases. Aquello conectaba con las ideas de subversión total de la vida y del arte reivindicadas por la Internacional Situacionista. El texto obtuvo el apoyo y reconocimiento de escritores, artistas e intelectuales tan diversos como Picasso y Salvador Dalí.
La búsqueda de realidades alternativas mediante el consumo de heroina y otras sustancias le supuso una detención por posesión y supuesto tráfico de drogas. Un comunicado oficial de apoyo, suscrito por la totalidad de la Internacional Situacionista, llegó a afirmar que aquel individuo, que llegó a ser conocido como el «Burroughs escocés» era, sin duda, «el artista más creativo e inteligente de la Inglaterra de hoy».
Andrew Murray Scott
Ni siquiera después de su muerte en 1984, Alexander Trocchi, el autor de El libro de Caín, pudo descansar en paz —sus cenizas desaparecieron misteriosamente— y, tiempo después, muchos de sus escritos ardieron en un incendio cuya causa se desconoce, al igual que el propio Libro de Caín fue quemado en 1963 por orden del juez. De modo que los restos de Trocchi no están en ningún sitio o lo están en todos. Es extrañamente apropiado como final. O como principio…
Durante muchos años el establishment literario le hizo el vacío a Trocchi. Se le consideró un peligroso anarquista, alguien que de pronto puede empezar a inyectarse heroína en público, o hacer el amor con la mujer de otra persona en el sofá. O iniciar una revolución. O algo igualmente inesperado y vergonzoso. Al mismo tiempo fue ignorado por algunos escoceses a causa de los intercambios de titulares con Hugh MacDiarmid en el Festival de Edimburgo en 1962. MacDiarmid, del cual difícilmente podría decirse que pertenecía al establishment, no había leído ni una palabra del trabajo de Trocchi, pero en un enunciado etílico lo echó por tierra (a él y a William Burroughs) como «escoria cosmopolita».