
Ficha técnica
Unos días para recordar
Marie-Sabine Roger
Jean-Pierre Fabre, un sexagenario que ha caído al Sena (no sabe cómo ni por qué) se encuentra atrapado en una cama de hospital, privado de tranquilidad e intimidad, con la puerta de su habitación siempre abierta y rodeado de médicos y enfermeras.
El muy paciente señor Fabre se entretiene recordando su niñez, su rebelde adolescencia y a las mujeres que amó. Mientras tanto, intenta librarse de los intrusos que vienen a importunarlo: un policía sentimental, un universitario que hace la calle, una enfermera filósofa, un neurólogo depresivo, la adolescente que se empeña en usar su ordenador o el «cirujano-dios» que más que repararlo desea reformarlo. Sin embargo estos encuentros van a dar un vuelco inesperado y le brindarán la oportunidad de empezar una nueva vida.
Tierna, divertida y optimista, Unos días para recordar es una esta fábula hospitalaria que nos habla del tesón, de la amistad y del placer de vivir a cualquier edad.
Comienzo del libro
Según las últimas estimaciones, estoy aquí desde hace ocho días. No he visto pasar el tiempo. En cambio, he sentido perfectamente que pasaba. Duermo demasiado durante el día, muy mal por la noche, estoy embotado por drogas diversas, por la inactividad, todo se confunde en una misma monotonía, lunes, martes, miércoles. No me acuerdo de la zambullida, no hay nada que hacer. Tampoco del rescate, ni de mi llegada aquí. Al parecer me sedaron porque estaba agitado y confuso. No confuso en el sentido de afligido, nunca estoy afligido cuando jorobo a los demás. No, confuso, o sea aturdido, nebuloso. Me habían dejado incapaz de pensar, de moverme, de perjudicarme y de complicar el trabajo del equipo sanitario. Ventaja: pasé varios días en una nube –la borrachera del siglo– con la sensación de despertarme cada cinco minutos y volverme a dormir durante diez horas entre cada despertar, y sin demasiados dolores. Ahora me siento mucho más destrozado. Me duele. Y cuando no me duele, tengo igualmente la impresión de tener agujetas.