
Ficha técnica
Título: Carter | Autor: Ted Lewis | Traducción: Damià Alou | Editorial: Sajalin | Páginas: 269 | Colección: al margen | ISBN: 978-84-946809-0-8 | Fecha: mayo 2017 | Precio: 20 euros
Carter
Ted Lewis
Jack Carter, principal sicario de los mafiosos londinenses Les y Gerald Fletcher, regresa a su ciudad natal en el norte de Inglaterra tras ocho años de ausencia. La última vez que estuvo allí fue para enterrar a su padre, y ahora vuelve para el funeral de su hermano Frank. Según la policía, la muerte de Frank fue accidental: su coche se despeñó por un precipicio con él borracho al volante. Pero Jack, que conocía bien a su hermano a pesar de la mala relación que mantenían, sospecha de la versión oficial y comienza a interrogar a todos aquellos que conocían a Frank. Las preguntas de Jack incomodarán a los peces gordos de la zona y a sus aliados en Londres, los hermanos Fletcher. Todos ellos tratarán de subir a Jack en el primer tren con destino a la capital, pero este no renunciará a averiguar la verdad sobre la muerte de su hermano -y a vengarse de los responsables-, aunque le cueste el trabajo y quizás la vida.
Ambientada en una gris y opresiva ciudad siderúrgica del norte de Inglaterra a finales de los años sesenta, Carter está considerada la obra fundacional de la novela criminal británica moderna y su adaptación cinematográfica, con Michael Caine interpretando a Jack Carter, es hoy en día una película de culto.
«La mejor novela negra británica que jamás haya leído.» David Peace, autor de la tetralogía Red-Riding Quartet
«Un retrato sin concesiones sobre un hombre al filo de la navaja en busca de redención. Ted Lewis corta hasta el hueso.» James Sallis, autor de Drive.
«Cuando Aristóteles definió la tragedia, dictaminó que el héroe debía caer de gran altura, pero Aristóteles nunca imaginó los moteles de carretera creados por James M. Cain ni vio alzarse las chimeneas en el infierno industrial del norte de Inglaterra descrito por Ted Lewis en Carter.» Dennis Lehane
JUEVES
La lluvia llovía.
No había parado desde Euston. Dentro del tren el ambiente era asfixiante, tanto que se te ensuciaban las uñas aunque no hicieras más que estar allí sentado mirando por las ventanillas empañadas. Observando las sucias partes traseras de las casas que se deslizaban bajo las nubes en penumbra. Allí sentado, mirando, ni siquiera jugueteando con los dedos.
Yo era la única persona del compartimento. Me había quitado los mocasines y tenía los pies en alto. Ya había liquidado el Penthouse y me había pulido el Standard dos veces. Me quedaban tres uñas. Faltaban cuarenta minutos para Doncaster.
Recorrí con la mirada el mohair negro de mis pantalones hasta los calcetines. Flexioné un dedo del pie. La uña formó un marcado resalte en la lana. Tendría que cortármelas cuando llegara. A lo mejor el fin de semana me tocaba caminar mucho.
Me pregunté si me daría tiempo a comprar cigarrillos en el bar de Doncaster antes de que saliera el tren con el que tenía que enlazar.
Si es que estaba abierto a las cinco menos cinco de un jueves por la tarde de mediados de octubre.
De todos modos, encendí uno.
Era curioso que Frank no hubiera fumado nunca. Casi todos los camareros fuman. Entre una tarea y otra. Aunque solo sea una calada para que parezca que se están tomando un descanso. Pero Frank ni siquiera llegó a probarlo. Ni un Woody, solo para ver cómo sabía, cuando éramos chavales y vivíamos en Jackson Street. Nunca quiso saberlo.