
Ficha técnica
Título: El libro de los americanos sin nombre | Autora: Cristina Henríquez | Editorial: Malpaso | Páginas: 277 | ISBN: 978-84-15996-85-9 | Precio: 19,50 euros
El libro de los americanos sin nombre
Cristina Henríquez
El libro de los americanos desconocidos es la historia de dos familias cuyas esperanzas chocan con el destino. Una extraordinaria novela que nos ofrece una poderosa y nueva definición de lo que significa ser americano.
Arturo y Alma Rivera han vivido toda la vida en México. Un día, Maribel, la hija a la que tanto quieren, sufre un grave accidente y la probabilidad de que se recupere completamente es poca. Dejando todo atrás, los Rivera emigran a los Estados Unidos con un solo sueño: que en este país de tantos recursos y oportunidades, Maribel se recupere.
Cuando Mayor Toro, cuya familia es de Panamá, ve a Maribel en un Dollar Tree, es amor a primera vista. También es el principio de una amistad entre las familias Rivera y Toro, y de una red de culpa, amor y responsabilidad que es el núcleo de esta novela.
Las historias de ambas familias se intercalan con los testimonios de mujeres y hombres que han llegado a los Estados Unidos de todo Latinoamérica. Sus viajes y voces te inspirarán, y te partirán el corazón.
Este libro funciona como un reloj, sin fisuras ni altibajos. Detrás de una historia, cien por cien negra, esconde una denuncia social feroz y divertida.
«Vívida… Dramática… Un vibrante himno al amor: al amor entre un hombre y una mujer, entre padres e hijos, entre los marginados y los recién llegados, entre los peregrinos y la tierra prometida.» The Washington Post
Alma
Todo lo que queríamos en aquella época eran cosas sencillas: buena comida, dormir por las noches, sonreír, reír de vez en cuando, estar bien. Creíamos que, como todos, teníamos derecho a ello. Por supuesto, cuando lo pienso ahora veo que era una ingenua. La marea de esperanzas y la promesa de oportunidades me cegaban. Supuse entonces que ya había ocurrido todo lo que podría salir mal en nuestras vidas.
Llegamos treinta horas después de cruzar la frontera, los tres en el asiento trasero de una camioneta pick-up de color rojo que olía a humo de tabaco y a gasolina.
-Despierta -dije empujando a Maribel cuando el chofer se metió en un estacionamiento.
-¡Hummm!
-Ya hemos llegado, hija -le susurré.
-¿Adónde? -preguntó Maribel.
-A Delaware.
Me miró parpadeando en la oscuridad.
Arturo estaba sentado en el otro extremo.
-¿Está bien? -preguntó.
-No te preocupes -respondí-. Está perfectamente.
Se había puesto el sol y la oscuridad sangraba desde los confines del cielo. Unos minutos antes estábamos en una carretera muy transitada manejando a través de los cruces, dejando atrás centros comerciales y restaurantes de comida rápida, pero a medida que nos acercábamos al edificio de departamentos todo aquello se iba esfumando. Lo último que vi antes de embocar el largo camino de grava que conducía a la zona de estacionamiento fue un taller de chapa y pintura abandonado. Apoyado en el piso contra la fachada de estuco gris estaba el cartel pintado a mano.