
Ficha técnica
Título:El libro tachado | Autor:Patricio Pron | Editorial: Turner| Colección: Noema | Encuadernación: Rústica con solapas | Dimensiones:14 x 22 | Páginas:308 | ISBN: 978-84-15832-28-7 | Precio:19,90 euros
El libro tachado
Patricio Pron
Nada le gusta más a un escritor que relatar las tragedias de otros escritores. Qué peripecias sufrieron hasta la publicación o después, qué jugarretas les hicieron el editor o la familia, qué enfermedades, qué pérdidas sufrieron (se entiende que el escritor feliz, triunfador y amado es un personaje de ficción).
Pero pocas veces este interés algo morboso se transforma en el libro extraordinario que está usted a punto de abrir. Porque para ello hace falta un escritor que lea (y esta obra es, por encima de todo, la demostración de fuerza de un escritor que lee). Y hace falta reflexionar a fondo sobre el futuro de la literatura, y sobre lo que nos enseñan los libros que no tenemos en la estantería: los censurados, tachados, quemados, prohibidos. Los que no escribieron los autores silenciados, bloqueados, dementes o suicidas. Y, con perdón, los que se plagiaron, se piratearon o se robaron.
Este libro tachado no pretende ser una historia de la literatura, pero es la historia que un lector no puede dejar de leer.
INTRODUCCIÓN
A mediados del siglo xviii el relojero francés Absalón Amet inventó una máquina capaz de escribir sentencias poéticas y filosóficas de manera automática; su «filósofo universal» consistía en cinco grandes cilindros accionados por un mecanismo de relojería sobre los que Amet había pegado una serie de palabras: el primer cilindro contenía sustantivos con su correspondiente artículo, el segundo estaba dedicado a los verbos, el tercero reunía preposiciones, el cuarto adjetivos y el quinto presentaba otra vez sustantivos. Al accionar el mecanismo, los cilindros giraban hasta detenerse conformando una frase no necesariamente carente de sentido. A pesar de que Amet aspiraba a la automatización total del procedimiento, este requería intervención humana, más específicamente de su hija, Marie Plaisance, que seleccionaba las frases que creyese de valor y descartaba las que le parecían insensatas. Al comienzo, el «filósofo universal» ocupaba la mitad de una mesa; al final -su creador le había agregado negaciones, conjunciones, adverbios y estructuras subordinadas-, toda una habitación. En 1774, Amet y su hija publicaron una antología de frases «escritas» por el autómata con el título de Pensées et mots choisis du Philosophe Mécanique Universel [Pensamientos y sentencias escogidas del Filósofo Mecánico Universal]. Juan Rodolfo Wilcock afirma en La sinagoga de los iconoclastas (1972) que el libro contenía, por ejemplo, «una frase de Lautréamont: ‘Los peces que alimentas no se juran fraternidad’, otra de Rimbaud: ‘La música sapiente falta a nuestro deseo’, una de Laforgue: ‘El sol depone la estola papal’; también, ‘Todo lo real es racional’; ‘El hervido es la vida, el asado es la muerte’; ‘El infierno son los demás’; ‘El arte es sentimiento’; ‘El ser es devenir para la muerte'» (55).