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CORRER EL TUPIDO VELO de Pilar Donoso

Por 20 de julio de 2010 Sin comentarios

Iván Thays

RESEÑAS SIN PLUMAS
por Iván Thays
UN LUGAR CON LIMITES
Desde hace muchos años, la familia Donoso ha sido informante de ?primera mano? de lo que fue el Boom Literario Latinoamericano, ya sea con Historia personal del Boom de José Donoso, y su posterior añadido El Boom Doméstico de su esposa María del Pilar, como por un libro olvidado llamado Los de entonces también de María del Pilar. Dos imágenes me quedaron grabadas de esas lecturas anecdóticas. La primera, la del padre de José Donoso vendiendo ejemplares del primer libro de su hijo (dedicado entonces a pastor de ganado para poder leer a Proust completo) en los salones de algún Club de la Unión. Y la de las fiestas palaciegas y fastos de la juventud africana de María del Pilar, hija de diplomáticos y amiga de realezas de cuento de hadas, mundo irreal que se vino abajo con el matrimonio. Así, la idea que me formé de los Donoso fue la de una pareja de esposos provenientes familias aristocráticas y que, por seguir el destino literario del marido, ahora habían abandonado la casta y se habían convertido en poco menos que gitanos.
La primera confirmación luego de leer Correr el tupido velo es que, al menos en lo que respecta a José Donoso, al parecer su familia nunca fue tan aristocrática sino más bien una familia tradicional, pero ya empobrecida, cuya casas familiar era vestigio o testimonio de tiempos mejores. Una imagen mucho más certera para entender la obra de un autor como Este Domingo o El obsceno pájaro de la noche, desde luego. La segunda confirmación es que Pilar Donoso, la hija adoptiva de los Donoso, ha intentado correr un tupido velo pero sin exponer demasiado a sus padres. Como ver cambiar el color de un velo o tender una cama con nuevas sábanas. Hay un momento en el que puede observarse lo que hay debajo, un breve flash de exposición, y luego otra vez el manto que cubre todo.
El descubrimiento de las diarios y la correspondencia de Donoso en una universidad norteamericana, años después de su muerte, trajo consigo el chisme la posible homosexualidad (no se sabe si efectiva o solo imaginaria; tampoco queda aclarado ese tema en este libro) del narrador chileno. Cuando supe que Pilar Donoso iba a expurgar esas cartas y exponerlas en un libro, pensé que el caso sería debatido y me interesó mucho. No solo porque, como ya he dicho, he leído otros libros de memorias de la familia Donoso, así que podía llenar piezas en el rompecabezas, sino porque la homofobia en el Boom Literario siempre ha sido un tema que me llamó la atención. Los narradores del Boom se presentan, ante la prensa y los lectores, como modelos de lo que debe ser el escritor latinoamericano, y ese modelo implica el profesionalismo, el compromiso literario y el político, el cosmopolitismo, los idiomas y los países recorridos, las ediciones publicadas, los premios consagratorios, los proyectos comunes, las broncas entre ellos, lo lúdico y lo anecdótico, pero siempre bajo la imagen de una familia incorruptible donde los escritores eran los ?machos?, los padres de familia, detrás de los cuales siempre asoman ideas muy machistas y latinoamericanas, también, aunque no necesariamente ficticias, del matrimonio y aquella gran mujer que sostiene por detrás al gran hombre.
Los hijos, en este retrato, eran convidados de piedra.
Conocer luego de la muerte desgraciada de los hijos de Carlos Fuentes; o las aventuras etíopes adolescentes del segundo de los hijos de Vargas Llosa, o los arrebatos liberales del primero; o del embarazo a los 19 años de la hija de Donoso, fue la primera expresión de que quizá el ambiente familiar del Boom no era tan propicio para esa ilusión de solidez patriarcal. Pero descubrir que en el seno de este retrato de grupo (del cual se ha excluido siempre la figura incómoda de Manuel Puig, declaradamente gay) había un personaje encerrado en un closet era, para mí, una revelación más que interesante.
En ese sentido, la lectura de Correr el tupido velo me confirma que, en efecto, el machismo del Boom era una realidad no solo en la forma de abordar la sexualidad en sus libros, sino también en su forma de sociabilizar entre ellos. Es especialmente conmovedor el recuerdo de Pilar sobre una entrevista que le hicieron, como hija de famoso, ante la cual su padre le pidió que omita cualquier comentario sobre su gusto por la decoración. Y sí, en efecto, en sus cartas se nota que decorar era uno de los placeres de Donoso, al igual que el dictarle a su esposa exactamente qué ropa vestir. Dos hobbies intrascendentes que en el código machista latinoamericano podía leerse como homosexualidad, perdiendo el derecho de ciudadanía del Boom, cosa que sin duda José Donoso temía más incluso que a enfrentarse a sus propios demonios sexuales.
Porque lo que leemos en este libro de memorias de Pilar, condimentadas con las cartas y los diarios, es antes que nada un rosario de quejas de Donoso ante el temor de no ser aceptado como parte del Boom. Su éxito literario en traducciones y ediciones siempre es subrayado con emoción, pero sus ventas (presumiblemente bajas en comparación con las de Vargas Llosa o García Márquez) son siempre motivos de disturbio y dudas. Su temor reverencial por Carmen Balcells es también sintomático. La ansiedad ante la falta de reconocimiento económico, así como sus dudas ante la posibilidad de no poder completar una obra sólida próximo a los 60 años, es lo que ocupa el mayor espacio del libro. La otra parte gira en torno a la familia disfuncional creada por los Donoso, con una hija adoptada por la que sienten, alternativamente, amor y odio, desconfianza y celo; una mujer (María del Pilar) con arranques depresivos y alcohólicos; y un José Donoso incómodo en cualquier lugar donde viva, que lo mismo compra un palacio rural en Calaicete para huir del ruido del Barcelona de los 70, como viaja a exilios dorados en universidades norteamericanas a dictar cátedras, o busca en Chile, luego de 20 años de exilio, la comodidad de una casa propia amparado en el éxito como escritor líder de su generación, el top de Chile, en que se había convertido.
Esos viajes sin rumbo fijo, buscando una estabilidad domiciliaria que sabemos que no puede corresponderse sin una emocional, esos exilios interiores y exteriores, son sin duda lo más perturbador del libro.
Tratándose este de un libro escrito por una hija adoptiva que se siente constantemente relegada ante los conflictos de su padres adoptivos (en el nacimiento de sus dos hijas no contó con el apoyo de su madre, por ejemplo, quien somatizaba enfermedades para rehuir su responsabilidad), y que además siente el deber de ponerse tras bambalinas en este libro, considerando que el personaje no puede ser ella; tratándose, además, de un libro sobre José Donoso cuyos temas recurrentes son el de las casas, las familias, el sentimiento tribal detrás de las convenciones sociales y, sobre todo, de las carencias de no sentirse parte de un lugar concreto o un linaje; resulta obvio que el tema principal es el de la filiación.
¿A dónde pertenezco? ¿Quién soy? Esas son las obsesiones en la mayoría de sus cartas y diarios. Una enorme inseguridad es el origen de no sentirse, por completo, parte de nada. Duda de todo y quiere reemplazar (inútilmente) todo con su patria. No es de extrañar que el exilio sea una constante en sus pensamientos, más allá de sus viajes reales. Y tampoco que sus amores y amistades más fieles hayan devenido, luego, en paranoia persecutoria. Donoso necesitaba tener una filiación con una entidad superior a él, y como esta filiación no pudo venir por parte de su padres (a los que acusaba de lejanos e incapaces de interesarse por él) ni de su familia adoptada (con la mujer con la que se casó, a la que jamás pudo entender o asumir, y Pilarcita), y menos aun de aceptar en pleno su sexualidad (si acaso lo que se califica como ?historias juveniles homosexuales? fue algo más que eso), intenta que esa filiación venga de parte de algo tan voluble o arbitrario como el éxito y la fama literaria (una carrera que incluso cuando está llena de victorias siempre son pírricas) en medio, además, de ese maretazo irregular que significó el Boom Literario.
Desde esa perspectiva, participar de una Feria de Libro en Buenos Aires y firmar libros en olor a multitud, o sospechar que el hotel en Cornell donde fue recibido un año fue peor al que le pusieron a Mario Vargas Llosa en iguales condiciones, terminan siendo las batallas que Donoso lucha en su vida doméstica mientras se hunde en la desesperación de no tener un lugar  auténtico, una habitación propia, de la cual sentirse parte.
No queda mucho más que decir sobre el libro, salvo quizá que extrañamos el desarrollo de algunas claves trazados en su correspondencia y no resueltos en el libro (no era este el lugar, tampoco) como el tema de la fealdad y la belleza, o la interesantísima identificación que siente un Donoso de 50 años con la obra de un explorador (homosexual, por cierto) como Bruce Chatwin.
Correr el tupido velo queda, entonces, como un anecdotario más que alimenta las historias míticas en torno al Boom Literario Latinoamericano, que subraya nombres conocidos, que sobrevuela sobre temas trascendentales en la vida de un narrador considerable en lengua castellana como fue Donoso y que, finalmente, nos muestra una vida llena de contradicciones, falta de afecto y vacíos por ser llenados. Como muchas. Y con esa vida no me refiero exclusivamente a la del protagonista José Donoso sino sobre todo a la de hija y autora Pilar, el personaje que ella misma apenas deja que percibamos tras el velo tupido de sus propias inseguridades que no logran ocultar el deseo o reclamo, una vez más, por la falta de atención de sus padres adoptivos, rechazando la imagen de la chica ?guapa pero dura? con que la definió Carlos Fuentes. Así, el mejor personaje de todos, la muchacha que descubre a sus padres, se quedó otra vez tras el tupido velo de su familia famosa. Pero el perfil está ahí, ahora, más claro. Y puede aflorar.

Correr el tupido velo
Pilar Donoso
Alfaguara,  2010

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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