Jean-François Fogel
La recopilación de portadas de periódicos españoles sobre el veredicto de los atentados del 11-M en Madrid que viene con mi post fue hecha por el sitio el Periodista Digital. Creo que no necesita una palabra más: el conjunto pinta la dificultad de la opinión periodística frente a lo que es ya un “caso cerrado” como lo escribe La Vanguardia.
Claro que a la locura de ciertos periódicos (El Mundo hablaba de una investigación ahora “más abierta que nunca”) corresponde al comportamiento del Partido Popular. El sitio de El País pone en línea un documento PDF (cuidado tiene 237 páginas y roza los 5 MB) con las preguntas parlamentarias del partido de oposición sobre el vínculo entre los atentados y la banda terrorista ETA. Algo imposible de borrar y que pone en duda la credibilidad del partido de oposición si uno toma en cuenta lo que es el terrorismo: una acción con afán de múltiples ecos.
Acabo de leer El terrorismo y sus etiquetas (Espasa) de Arcadi Espada, un columnista supongo incómodo en el diario El Mundo por su rigor frente al terrorismo. “Una regla principal es la de no responder a los discursos terroristas, escribe Espada. Responder es ya una forma de obedecer y, sobre todo, de aportar sentido al anacoluto terrorista.” Si no se debe responder, claro (pues uno está fuera del mundo de la razón con la destrucción de vidas inocentes), tampoco se puede aprovechar del terrorismo para sembrar sospechas de complicidad o encubrimiento.
La tesis de Arcadi Espada, que comparto, es que la distancia del comentarista del terror, la naturaleza del terrorismo y sus causas no son conceptos que hay que analizar en el momento de hablar de terrorismo. El contrario del terrorismo es la convivencia democrática. Son dos polos distintos. Pero no son dos caras de una misma moneda de la democracia (el con violencia y el sin violencia). Espada: “El terrorismo tiene una complejidad irrisoria. Lo complejo es la democracia. Pasa como con el cáncer con la vida”.