Jean-François Fogel
Este es un buen momento para mirar a Venezuela. No tanto por la Copa de América de Fútbol -que interesa a los venezolanos, aunque no va a sacarlos de su fascinación por la pelota (base-ball)-, sino por la caminata desde ahora muy difícil del líder de la revolución bolivariana, el comandante Hugo Chávez Frías. Desde hace unos días, cuando fue recibido por Vladimir Putin en la misma víspera de un encuentro del presidente ruso con George W. Bush, se ve que la apuesta de Chávez para acercarse a Rusia, Bielorrusia o Irán no le abre ningún camino real. Sus sueños del Este chocan contra la realidad geográfica.
En América Latina, a Chávez tampoco le va bien. Se apartó de la Comunidad Andina (Can) para priorizar un acercamiento al Mercosur que ahora tampoco va a salir. Cuando Andrés Oppenheimer titula una columna “La pelea de Chávez con el Sur” está más cerca de una noticia que de un comentario: Chávez no encuentra su camino fuera de Venezuela.
Si revisamos el itinerario de Chávez desde su llegada en el escenario político, utilizando por ejemplo la animación del Council on Foreign Relations vemos que por primera vez el hombre que tiene todos los poderes llega a un punto muy delicado en su construcción del “socialismo del siglo XXI”. Se mantienen sus peleas con los viejos adversarios como la iglesia. Son peleas que nunca van a tener un desenlace; sería mejor tener enemigos políticos en el parlamento.
Es interesante, visitar el sitio del New York Times para encontrar sobre Venezuela un vídeo de un cuarto de hora, Land wars in Venezuela, que pinta la dificultad de promover la reforma agraria; un artículo, “Media mogul learns to live with Chávez”, que describe la presiones del poder sobre el empresario y hombre más rico del país, Gustavo Cisneros; y por fin otro artículo donde el embajador de EE UU en Caracas cuenta la manera de aguantar las acciones del líder revolucionario. Chávez ya es previsible y toca los límites de la mezcla de provocaciones y hechos simbólicos que le permitían mantenerse en una postura revolucionaria. ¿De qué se trata a fin de cuentas? Venezuela vive el momento muy sencillo y obvio donde hay que entregar algo más allá del reparto de recursos y de las misiones de doctores cubanos en los barrios.
En un país que tiene una fuerte inflación, inestabilidad en el suministro de comida y tremenda inseguridad, Chávez pensaba huir lejos de la realidad al priorizar en su revolución la lucha contra una cadena de televisión, Radio Caracas Televisión (RCTV). Era lo más fácil: no hacer sino deshacer. Entonces no renovó la licencia de la cadena y de manera lógica –pues vivimos en un mundo más virtual que real– consiguió así llenar las calles de estudiantes. Frente a ellos, su desconcierto fue obvio. Y el combate para defender la libertad de la televisión no se detiene. Otra cadena, Globovisión, denuncia presiones, José María Insulza, director general de la OEA mantiene el caso RCTV abierto, y por fin, los propios seguidores de Chávez reconocen en el portal Aporrea que no hay manera en un mundo interconectado de callar a la cadena RCTV que ahora entra por satélite.