Jean-François Fogel
No sé qué opinar de la lista de los 100 sitios históricos más amenazados en el mundo publicada por World Monuments Watch. Por lo menos, al nivel de la creación web demuestra un gran dominio de la utilización de la tecnología flash en un mapa. Pero hablando del mundo real, y no de su representación virtual, la lista me parece un perfecto ejemplo del barroquismo en una organización no gubernamental.
La lista incluye a 15 sitios de América Latina y uno en España (infiltraciones en el techo del Museo Miró de Montjuic en Barcelona). Frente a lo que ocurrió en la transformación de la ciudad condal para los JJ. OO. De 1992, la destrucción de las casas en la ciudad alta, la transformación de los palacios del barrio de San Gervasi en clínica o colegios, el goteo de la Fundación Miró me parece poca cosa.
No se pueden discutir las tres causas de la catástrofe según la ONG: conflicto político, desarrollo urbano e industrial descontrolado y cambio climático. Al anunciarlas hablamos de la vida de nuestro planeta. Me parece bien denunciar también la frenesís de los turistas cuya invasión se parece tanto al paseo de los barbaros saqueando a la Roma antigua. Pero la sinagoga Brener en Argentina, la Estación de Biología Marina de Montemar, en Chile, y el distrito histórico Porangatu, en Brasil, no son para mí, a pesar de su peso histórico, algo diferente de lo que vamos construyendo cada día en cada país: las ruinas de mañana. Hablé hace unos días del escritor francés Julien Gracq y de su fenomenal talento como crítico o más bien como comentarista de literatura. Pero no tengo duda: dentro de 20 años, muchos de los escritores citados por Gracq serán desconocidos.
Ya puedo adivinar la hostilidad que va a provocar mi opinión. Vivimos en un mundo que finge transformar el pasado en algo sagrado. «Who controls the past controls the future» (el que controla al pasado controla el futuro) dice George Orwell en 1984 hablando de un poder manipulador. Hacemos lo mismo en el intento de detener al pasado por razones culturales. ¿Dónde está el límite entre lo que hay que proteger y la necesidad de seguir vivos, es decir, de cambiar? Muchos países de América Latina pierden sus monumentos por culpa de los terremotos. Caso de Chile, de Caracas. Nadie en estos lugares denuncia a los terremotos. Pertenecen al movimiento de la Historia. Revisando la lista de los sitios amenazados en América Latina, tengo la sensación que se podría acortar, pero no voy a decir cómo