Jean-François Fogel
La Revista de Libros del diario El Mercurio de Santiago de Chile publica las notas de una conferencia de Carlos Monsiváis sobre "La vida del libro en México". El autor mexicano hablaba en la Universidad de Brown (ubicada en el estado de Rhode Island). Hace ya tiempo, no lo dice el artículo, que tuvo lugar la conferencia; fue en el mes de abril, pero más vale tarde que nunca y El Mercurio no se equivoca en sacar unos apuntes de un asistente a la conferencia, pues ya circulan en blogs literarios como este.
Hay algo que me provoca en lo que dijo Monsiváis al responder a una auto-pregunta: ¿Cómo afecta la globalización a los procesos de lectura?
Su repuesta, según El Mercurio, incluyó lo siguiente: «Se perfeccionan, o si se quiere se vuelven casi inapelables, procesos que ya se advertían desde hace décadas. El primero: el avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica, que en materia de lectura imponen -proponer sería un verbo de enorme modestia- dos grandes zonas del consumo: los best sellers (a tal punto identificados con los viajes, que si uno está en su casa, de cualquier modo se abrocha el cinturón de seguridad) y la literatura de autoayuda o de expresión personal».
Con todo respeto para el (merecido) premio Juan Rulfo 2006, Monsiváis se equivoca. La globalización y su herramienta electrónica, Internet, provoca todo lo contrario al auge de los best sellers en la maquinaria literaria de EE. UU. Detrás de la venta de unos libros de tremendo éxito, que tapan el paisaje literario, se produce una fragmentación amplia del consumo cultural. Globalización quiere decir: ahora, cada uno lo hace a su gusto.
Monsiváis, supongo, no lee libros de economía, cosa que hago a veces, como lo demuestra The Long tail (La cola larga) de Chris Anderson, que está en mi mesa. Anderson es el editor en jefe de la revista Wired y aquella cola larga es un libro dedicado a «la nueva economía de la cultura y del comercio». ¿Qué dice Anderson? Que la venta en línea permite salir de la doble tiranía del lugar donde está el consumidor y de la fama de los libros más vendidos. Una gran parte del negocio de Amazon (cinco mil millones de dólares por año) viene de muy pequeñas casas editoriales que nadie conoce. «No hay que despreciar la potencia de un millón de aficionados que tienen la llave para entrar en la fábrica» escribe Anderson.
Su libro (en inglés, casa editorial Hyperion) utiliza muchos casos de venta de música, pero también de prensa y de libros. No voy a aburrir a nadie con solo dos datos que explican el fenómeno de la larga cola (que no es otra cosa que la interminable lista de los productos vendidos).
1. Cuando Nielsen BookScan hace un estudio de los circuitos comerciales sobre una muestra de 1,2 millones de libros vendidos en línea en 2004, descubre que 950.000 libros corresponden a obras que no superaron vender más de 99 ejemplares.
2. Si eliminamos los cien mil libros que más venden en Amazon, todavía queda el 25% del negocio. Es decir: la cuarta parte de los libros vendidos por Amazon no pertenecen a la lista de los cien mil libros más vendidos.
La cola existe detrás de los libros más vendidos y es muy, pero muy larga.
Por otra parte, quiero decir que me gusta enormemente la retórica de Monsiváis sobre la necesidad de abrocharse el cinturón en el viaje para eludir tanto las turbulencias como los best sellers.