
Ficha técnica
Título: Historia de mi vida (2 vol.) | Autor: Giacomo Casanova | Editorial: Atalanta | Colección: Memoria mundi | Medidas 14×22, Cartoné | Páginas 3648 | PVP 120,00 euros
Historia de mi vida
Giacomo Casanova
Por primera vez en versión completa y rigurosa uno de los clásicos más extraordinarios de la cultura europea: la Historia de mi vida de Giacomo Casanova. En efecto, sus más de 3500 páginas constituyen una verdadera autobiografía de la sociedad del siglo xviii. Probablemente ningún otro hombre en la historia haya dejado un testimonio tan sincero de su existencia, ni haya tenido una vida tan rica y amena junto a los más destacados personajes de su tiempo.
Escrito en francés, en sus años de declive, cuando Giacomo Casanova era bibliotecario en el castillo del conde Waldstein, en Bohemia, el manuscrito de sus memorias fue vendido en 1820 al editor alemán Brockhaus. Éste encargó la edición de la Historia de mi vida a Jean Laforgue, quien no se conformó con corregir el estilo, plagado de italianismos, sino que adaptó su forma de pensar al gusto prerromántico de la época, censurando pasajes ideológicos y omitiendo episodios que consideraba subidos de tono. Hasta ahora, todas las traducciones al español se han basado en la versión de Laforgue.
En 1928, Stefan Zweig se lamentaba de la falta de un texto original de las Mémoires que permitiera «juzgar fundadamente la producción literaria de Casanova». No fue hasta 1960 cuando la editorial Brockhaus decidió desempolvar el manuscrito original para, en colaboración con la francesa Plon, publicarlo por fin de forma fiel y completa. La edición de Brockhaus-Plon se había traducido al inglés, alemán, italiano y polaco, pero todavía no al español.
Esta edición de Atalanta, traducida y anotada por Mauro Armiño y prologada por Félix de Azúa, con cronología, bibliografía e índice onomástico, brinda al lector la oportunidad de gozar por primera vez en español de este clásico de la literatura universal.
Prólogo
Félix de Azúa
La más antigua metáfora que conocemos es aquella que nos estimula a ver en todas las criaturas y fenómenos un reflejo nuestro, como si el mundo fuera un espejo y toda la creación se hubiera hecho a nuestra semejanza. Los técnicos la llaman «metáfora antropológica» y consiste en creer que todo nace, crece, se reproduce y muere, como solemos hacer los humanos. No sólo plantas y árboles, mamíferos e invertebrados, sino también las cordilleras, los volcanes, los mares y los hielos, el cosmos entero, nacerían, crecerían y acabarían muriendo como un humano cualquiera.
La fuerza inmensa de esta metáfora influye incluso en nuestro modo de entender la historia, con imperios o naciones que pasan de un momento primitivo a la plena madurez y luego a una decadencia anunciadora de la muerte. Sin embargo, todos sabemos que es tan sólo una ficción poética. Ni los imperios, ni los árboles, ni las cordilleras nacen, crecen y mueren, entre otras consideraciones porque no hay nada en el mundo natural que tenga alma, sea de árbol, de elefante o de territorio. Sólo las almas nacen y mueren; sólo los humanos tenemos alma, es decir, conciencia. Esa conciencia es propiamente conciencia de la muerte y no atormenta sino a los efímeros mortales. No hay que engañarse, lo único que muere en el cosmos son las almas.