
Ficha técnica
Título: Trenes rigurosamente vigilados | Autor: Bouhmil Hrabal | Traducción: Fernando de Valenzuela| Editorial: Seix Barral | Colección: Biblioteca Formentor | Formato: 13,3 x 21 cm. | Presentación: Rústica con solapas | Páginas: 152 | Fecha: ene/2017 | ISBN: 978-84-322-2979-4 | Precio: 16:50 euros | Ebook: 8,99 euros
Trenes rigurosamente vigilados
Bohumil Hrabal
Una divertida y entrañable historia sobre la resistencia frente al invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial protagonizada por los empleados de la estación de tren de un pequeño pueblo checoslovaco cerca de la frontera con Alemania.
El descubrimiento del amor y del deseo están presentes en el despertar al mundo adulto de Miloš, aprendiz y verdadero héroe de la novela, que sigue los pasos del hedonista factor de la estación tras la atractiva telegrafista, y que deberá probar su valor arriesgando la vida para sabotear un tren enemigo cargado de munición.
[Comienzo del libro]
Ese año, el ano cuarenta y cinco, los alemanes ya no dominaban el espacio aéreo de nuestra ciudad. Y menos aun el de toda la región, el del país. Los ataques de la aviación habían desbaratado las comunicaciones de tal manera que los trenes de la mañana pasaban al mediodía, los del mediodía por la tarde y los de la tarde por la noche, así que a veces sucedía que el tren de la tarde llegaba sin un minuto de diferencia, con lo que marcaba el horario, pero eso se debía a que era el tren de pasajeros de la mañana que llevaba cuatro horas de retraso.
Anteayer un caza enemigo ametrallo encima de nuestra ciudad a un caza alemán hasta quitarle un ala. Y el fuselaje se incendio y cayo en algún lugar en el campo, pero el ala aquella, al soltarse del fuselaje, arranco varios punados de tornillos y tuercas, que cayeron sobre la plaza y les abollaron las cabezas a unas cuantas mujeres. Pero aquella ala planeaba sobre nuestra ciudad, los que podían se quedaban mirándola, hasta que el ala, con un movimiento chirriante, se elevo por encima de la misma plaza, donde se juntaron los clientes de los dos restaurantes, y la sombra del ala aquella cruzaba la plaza y la gente atravesaba la plaza corriendo hacia un lado y enseguida corría hacia el lado donde había estado un momento antes, porque el ala no dejaba de moverse como un péndulo enorme, que hacia huir a los ciudadanos en dirección contraria al sitio posible de su caída y mientras tanto emitía un ruido cada vez mas fuerte y un sonido silbante. Y entonces dio un giro rápido y cayo en el jardín del decano. Y a los cinco minutos los ciudadanos ya se llevaban el metal y las chapas de aquella ala, para que enseguida, al día siguiente, aparecieran como techos de jaulas de conejos o gallineros; un ciudadano corto esa misma tarde tiras de aquella chapa y por la noche se hizo en la moto unos hermosos protectores para las piernas. Así desapareció no solo el ala sino también toda la chapa y las piezas del fuselaje del avión del Reich, que cayo en las afueras de la ciudad, sobre los campos nevados. Yo fui en bicicleta a mirarlo, media hora después de que lo derribaran. Y ya me encontré por el camino con ciudadanos que arrastraban en sus carritos el botín que habían obtenido