
Ficha técnica
Título: Totalmente, tiernamiente, trágicamente | Autor: Phillip Lopate | Editorial: UDP | Colección: indicios | Páginas: 428 | Fecha: 2016 | ISBN: 978-956-314-366-9 | Precio de referencia: $20.000 / 30 €
Totalmente, tiernamiente, trágicamente
Phillip Lopate
Desde que vio La pasión de Juana de Arco, Phillip Lopate se dio cuenta que una película podía provocarle el mismo deslumbramiento y arrebato que otras personas alcanzan con una ópera de Mozart o un exposición de Vermeer. Sí, el film de Dreyer, al igual que los de Mizoguchi o John Ford, son para él una muestra de gran arte: expresiones que conjugan lo inquietante, lo sublime, lo trágico y lo bellamente resignado.
En la búsqueda de estos valores, Lopate ha invertido más de cincuenta mil horas en la oscuridad de la sala de cine. Este libro es la cristalización de esa experiencia. Un ejercicio de crítica admirable, que se nutre de la biografía y el ensayo para compartir intuiciones, análisis y veredictos -¡cómo no!- de cineastas tan variados como Antonioni, Godard, Jerry Lewis y David Lynch.
Atento al contexto histórico, a las trayectorias de directores y actores, y sobre todo a los aspectos formales de composición del plano, Lopate se alza aquí como un crítico insoslayable para quien desee adentrarse tanto en las figuras clásicas de lo que en los 60 se llamó «cine de autor», como en los nombres que hoy están haciendo películas maduras, apasionantes y esenciales: Abbas Kiarostami, Nanni Moretti y Olivier Assayas, entre otros.
EL LEGADO DE JOHN CASSAVETES
Desde su muerte, en 1989, la reputación de John Cassavetes como director ha sufrido una notable transformación. Inconformista en pie de guerra, alguna vez considerado como un aficionado que correteaba unas improvisaciones autocomplacientes con unos amigos actores, Cassavetes ha llegado a ser, sobre todo en el extranjero, uno de los tres o cuatro principales realizadores norteamericanos de los últimos treinta años. Se escriben libros sobre él, se le dedican retrospectivas, jóvenes directores de Budapest a Brooklyn imitan sus exasperados dramas pasionales.
En alguna parte, el fantasma de Cassavetes ha de estar riéndose entre dientes. Miramax repondrá seis de sus películas en el Paris Theater, preparando el terreno para el estreno de Cuando vuelve el amor (She’s So Lovely), la película basada en un guión de Cassavetes que dirigió su hijo Nick. Esta confluencia entre una minirretrospectiva y una «colaboración» generacional más allá de las fronteras de la muerte es una oportunidad perfecta para evaluar el legado de Cassavetes. ¿Cuán sólidos fueron sus logros? ¿Y cuán fácilmente pueden trasvasarse al momento actual del cine?
Cassavetes empezó siendo actor, por supuesto: un actor amenazadoramente guapo, fascinante, especializado en villanías agradables (El bebé de Rosemary, La furia). Como Orson Welles, solía aceptar trabajos de actor para pagarse el vicio de hacer películas. Su primer trabajo como director, Shadows, condensa en blanco y negro e irresistible clave de jazz el downbeat de Nueva York hacia 1960. Este drama interracial formalmente tan libre hizo que todo el mundo quisiera salir a hacer películas. El éxito de Shadows le deparó a Cassavetes un contrato en Hollywood por dos largometrajes (Too Late Blues, Un niño espera) que, aunque respetables, lo convencieron de no volver a dirigir jamás una película que no hubiera escrito él mismo o de la que no tuviera el control absoluto. Le llevó siete años realizar sus nuevos proyectos, Faces (1968) y Husbands (1970); los dos tenían una textura de una crudeza agresiva, áspera, como para distanciarse lo máximo posible de la tersura de la fábrica de sueños de Hollywood.