
Ficha técnica
Título: Muerde ese fruto | Autor: Aharon Quincoces | Editorial: Tolstoievski | Páginas: 148 | ISBN: 978-84-945089-1-2| Fecha: julio/2016 | Precio: 9.99 euros | Ebook: 1,99 euros
Muerde ese fruto
Andrés vive en Ciudad, una urbe sin nombre en la que, cada día, un goteo incesante de suicidas deciden acabar con su vida. Andrés es redactor en el dominical del periódico: su especialidad es, pues, la frivolidad y la cultura de bajura. Andrés es un soltero que no está dispuesto a cambiar sus rutinas por una rutina en pareja. Andrés no escribe sobre los suicidas. Esta semana el tema es: qué fue de tus compañeros de colegio. Andrés es un hombre de costumbres. Así que empieza a bucear en su propio pasado para cumplir el encargo. Amigos, mujeres que perdió, vuelven a su vida. Y el dichoso artículo que no se escribe. Y las noches en bares con isótopos radioactivos. Y los suicidas que no dejan de caer desde las azoteas.
Esta es la historia de Andrés.
‘Muerde ese fruto’ es el brillante debut narrativo de Aharon Quincoces, quien traza, con un estilo sorprendente en el que la física y el castellano antiguo y postmoderno se dan la mano, un retrato de una ciudad cualquiera: una distopía que es todas las ciudades del mundo; que somos todos nosotros.
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El principio siempre es arbitrario. Cualquier inicio que no sea el primer el inicio es arbitrario. Sería imposible contar o escribir cualquier historia partiendo desde el primer inicio. Necesitaríamos todas las extensiones necesarias de cada historia antes de que fuese historia para llegar a la nuestra. Cualquier inicio arbitrario es por necesidad in media res. Así pues cualquier inicio ha de decidirse. Puede decidirse en modo consciente: el inicio empieza aquí y ahora, poniendo un mojón imaginario que indica el lugar y momento preciso. Puede ocurrir en un modo inconsciente, volviendo atrás en el tiempo e inventando el tiempo del inicio, incluso su espacio. El principio es siempre una ficción. Hasta el primer principio es falso. No había nadie para verlo, menos aún para contarlo.
Decidimos pues que nuestro inicio es este.
El sol entraba por el ventanal del salón y llegaba a la puerta del dormitorio. Poco después la claridad alcanzaba el borde inferior de la cama y andando el tiempo hubiese querido retrepar hasta la cabecera. No le despertó esto. El sol no hizo ningún esfuerzo. Siguió su rutina matinal del mes de mayo en Ciudad, no puso inicio a su jornada.
Hipersensibilidad fotónica selectiva. Hipersensibilidad al estrés pre y post-onírico. Conducta obsesiva por la rutina elaborada. En otras palabras, le molestaba la luz a veces, especialmente por la mañana temprano, le molestaba tanto que le estropeasen el sueño como levantarse antes de tiempo o demasiado tarde y le gustaba su vida así como era. No era un tipo raro. Tenía sus reglas privadas, sus costumbres. Entre ellas no dormir. No dormir después de ciertas horas y no porque no quisiera, sino porque no podía ir más allá de las diez o diez y media incluso si la noche anterior se había acostado tardísimo. Poco importaba lo que debiese hacer. Lo importante era que antes de que el sol de mayo entrase en el dormitorio él ya estaba despierto.
El sol de mayo es fenomenal.